AITOR Elizegi defendió ayer domingo que anunciar que no optará a la reelección en las próximas elecciones fue oportuno porque la Asamblea era el marco perfecto. La interpretación más extendida de ese gesto fue que, consciente de que podrían ser rechazadas, pretendió allanar el camino de las propuestas de la directiva. La noticia bien pudiera haber opacado el resto de la reunión, cosa que en cierta medida logró porque sin duda resultó impactante, aunque el resultado tangible de la iniciativa no habría sido el esperado puesto que ni el informe de gestión ni el presupuesto salvaron el trámite.

Esta circunstancia no impidió que el aún presidente opinase que el resultado de la Asamblea fue de "empate". Indudablemente, semejante valoración denota optimismo, pero no deja de ser muy personal. Estaría bien saber cuál fue el resultado a juicio de los directivos que desconocían las intenciones de Elizegi y se enteraron al mismo tiempo que todo el mundo. Al parecer, solo algunos estaban al tanto. Que otros estuviesen en la inopia acaso fuese porque el desgaste inherente a la legislatura ha enrarecido el ambiente en Ibaigane y, para decirlo todo, guardar el secreto en un círculo reducido garantizaba que no se produjese una filtración. En cualquier caso, el detalle de no compartir con los compañeros de viaje una cuestión de gran calado en la vida institucional del club, da una idea bastante fidedigna del concepto de gobernabilidad que en la actualidad rige en el seno del Athletic. Luego, normal que suene desafinada la siguiente afirmación: "Mis compañeros se merecen este respeto".

Lo primero que a uno le vino a la cabeza al escuchar la frase de marras ("Es la última vez que defiendo un presupuesto desde este atril, tenerlo claro") fue aquella repentina retirada de la carrera electoral que protagonizó Elizegi para regresar a la arena solo unas horas después. El impresionante desconcierto de entonces se reactivó en la matinal del sábado, pero en absoluto constituyó una sorpresa puesto que ha sido la tónica a lo largo de estos casi tres años.

No menos desconcertante resulta que Elizegi proclame a los cuatro vientos antes de la Asamblea, que si lo estiman conveniente, él y quienes ostentan la responsabilidad en el área deportiva, acometerán la renovación de Marcelino. Estaba convencido de que uno de los grandes reproches que se hicieron a la fecha de las anteriores elecciones, en diciembre, también por parte de Elizegi, versaba sobre la imposibilidad de que la directiva entrante pudiese tomar decisiones en el plano deportivo con la competición en marcha. Para los desmemoriados, recordar cómo se censuraron también las renovaciones de Balenziaga y De Marcos. Ahora, por lo visto, sí es legítimo escoger al técnico al margen de lo que piense la futura directiva o de los planes que tenga. ¿Dónde queda la ventaja de llamar a las urnas cuando "la pelota está parada"?

Ayer domingo Elizegi mantuvo la compostura hasta casi el final su comparecencia, pero no pudo aguantarse y acabó censurando la herencia deportiva recibida: "Cogemos el equipo en descenso y lo dejaremos en Europa, otros lo cogen en Europa y lo dejan en descenso". Bueno, siendo verdad que las clasificaciones confirman el grueso de la sentencia, tampoco se puede discutir que de la base del equipo que recibió Elizegi sale, puesto por puesto, el once que derrotó al Villarreal (salvo Berenguer) y aquella plantilla, con el mismo técnico, es la que cerró la liga a un solo punto de Europa y al año siguiente accedió a una final copera. Y todos los jóvenes que han ido saltando del filial (Vivian, también) ya pertenecían al club en diciembre de 2018. Es comprensible que Elizegi esté quemado, pero vender que durante su mandato han ingresado en Lezama 182 nuevos jugadores equivale a no decir nada porque, al margen de que se han creado varios equipos inferiores de mujeres, si se computan tres años el Athletic se mueve habitualmente en esas cifras.