N el mes y medio transcurrido desde la interrupción del fútbol (y de casi todo), el aficionado ha tenido la oportunidad de seguir el desarrollo de un colosal sainete. El final del mismo está aún por escribirse (como el de casi todo lo demás), pero es innegable que engancha. Quizás no haya espacio para el aburrimiento precisamente por eso, porque a estas alturas todavía el desenlace está muy abierto. Se debe reconocer también que los actores se esfuerzan por transmitir convencimiento en cada intervención, ellos logran con su aplicación que la atención no decaiga.

Pese a lo enrevesado de la trama, llena de giros, disimulos, diálogos a dos, tres o cuatro bandas, a menudo interrumpidos y luego recuperados, a estas alturas puede afirmarse que los papeles están muy definidos. Y no admite discusión que el protagonista estelar se llama Javier Tebas. Él lleva la voz cantante y relega al resto a un segundo plano con el ardor que exhibe en la defensa de su posición, a lo que suma una extraordinaria habilidad para ejecutar movimientos en la sombra. El amo de LaLiga ejerce su función con un nivel de eficacia superior. Ni la Federación, ni el Consejo Superior de Deportes, ni el sindicato de los futbolistas, ni los medios de comunicación, ni siquiera el Gobierno demuestra un manejo de los resortes equiparable al suyo.

Tebas defiende lo suyo, su posición personal, sus intereses como directivo de alto standing, y estos coinciden plenamente con los intereses del organismo que representa. Podría afirmarse que lo suyo es vocacional. Se siente en posesión de la razón porque según su código ético la patronal siempre lleva la razón. Y la razón es el dinero. El sistema dicta que a quien lo posee le asiste la razón y, por añadidura, la fuerza para alcanzar su propósito: hacer más dinero.

Su modo de operar y los argumentos de que se vale son impecables, si se repara en el cargo que ostenta. Solo hay que ponerse en su lugar, ser consciente de a quién defiende, hacer un ejercicio de empatía, para concluir que Tebas nunca se coloca en fuera de juego. Cuestión diferente es identificarse con él y lo que vende. Aquí ya cada uno sabrá dónde situarse, pero LaLiga tiene la sartén por el mango y normalmente sus criterios prevalecen. Ejemplo palmario: los horarios de los partidos de fútbol. Contra viento y marea, frente a las críticas de clubes, aficionados, medios de comunicación, hostelería y todos los sectores que se quiera enumerar, se juega cuando la patronal lo estima y punto.

En los últimos días, Tebas ha vuelto a dejar una prueba fehaciente de su capacidad de maniobra. Poniendo encima de la mesa 200 millones, que servirán para paliar la precariedad del fútbol no profesional y otros deportes, ha limado las reticencias de Luis Rubiales y convencido a la administración, en este caso al CSD, de que se ha de allanar el camino para que la competición regrese y lo haga dentro de los plazos sugeridos por la UEFA. Reanudar el campeonato de liga es clave para que el negocio no sufra un revolcón que se traduciría en pérdidas muy importantes para todas las partes implicadas (mil millones, a decir de Tebas), una opción que por supuesto la patronal no está dispuesta a asumir.

A falta de que el consenso engrasado con esa lluvia de dinero se concrete en plazos y condiciones logísticas, el único rival que le queda a Tebas por convencer o, más bien, derrotar es el virus y sus derivadas en el plano social. Por si acaso LaLiga ya ha hecho sus deberes y el propio Tebas no ha tenido el más mínimo inconveniente en salir a acallar a los que censuran que haya contratado un laboratorio y adquirido los test para los futbolistas. Curiosamente, la opinión pública ha cargado contra estos, cuando su pronunciamiento en este asunto se ha alineado con el sentir de la calle.

Tebas ha tachado de demagógicos los reproches que deberían haberse dirigido exclusivamente contra el estamento que preside. Ha recordado que la LaLiga ha actuado igual que un montón de empresas privadas que han comprado los test para sus empleados. En este supuesto se encuentran muchos bancos e industrias y, como sostiene Tebas, hasta la fecha nadie había alzado la voz. Tampoco el Gobierno, que no prohíbe esta práctica y se limita a aconsejar que los test sean utilizados en personas con cualquier sintomatología compatible con el coronavirus. Y no ha parado ahí, pues en respuesta a los futbolistas que han expresado su reticencia a la iniciativa de LaLiga, les advierte que una vez Sanidad dé vía libre están obligados por ley, por contrato, a someterse a los test.