Eso es el jugador del Athletic, ni más ni menos. Con sus virtudes y sus defectos, el caso es que su constancia, trabajo, entrega y disciplina le llevan a conseguir objetivos muy difíciles de lograr en el fútbol de hoy en día. Siempre se parte con el hándicap de la filosofía, para algunos, para otros un plus. El caso es que cada temporada aprendemos algo. En esta ocasión y con Marcelino al frente, estamos asistiendo a la gestación de un nuevo Athletic. Nuevo por la llegada de los chavales y por la forma de afrontar los partidos. La aportación de los habituales es enorme y los considerados veteranos han dado un paso al frente impresionante.

El equipo tiene jugadores de mucha calidad, está claro, pero sobre todo tiene trabajo. Las horas metidas en Lezama saltan a la vista y la comunión entre cuerpo técnico y plantilla se advierte antes de entrar en el campo de fútbol. Los papeles están muy bien repartidos y la partitura, limpia y clara en el papel, se interpreta en la mayoría de los casos con acierto. La ambición pedida hace semanas emerge en un colectivo que sabe que tiene las herramientas suficientes para alegrar a una parroquia deseosa de alegrías. Por el momento, alguna lleva y por delante hay citas que son más que ilusionantes.

Es complicado quedarte con un jugador concreto a la hora de analizar el porqué de este cambio. Es obvio que atrás el equipo es una roca con los Yeray, Vivían e Iñigo Martinez (un espectáculo) pero es que Dani García está cuajando la mejor temporada desde que está en el equipo rojiblanco, y claro, las bandas, gusten mucho o poco, son un derroche de facultades y, sobre todo, cumplen con lo que se les dicta desde el banquillo. Esto obliga a los rivales a tener que hacer las cosas perfectas. El Athletic es un auténtico dolor de muelas para los que están enfrente. De aquí hacia delante vuelve a haber chispa y gol. Lo que se le negó hace poco más de un mes, aflora en estos momentos. Y como dijo el asturiano, estaba por llegar.

Marcelino es feliz en Bilbao, pero, sobre todo, quiere ganar, su demanda es esa. De nada vale para el técnico todo lo demás. No piensa en su renovación, porque él solo cree en su trabajo y en el del equipo. Su ambición se basa en eso precisamente, en alcanzar el objetivo de estar en la pelea por Europa, a mi entender objetivo más que ambicioso. Le ilusiona ver crecer a los jóvenes, pero también la disposición al trabajo de los que llevan más tiempo. Habla de los futbolistas con el orgullo del aita que ve en su hijo a alguién que está haciendo las cosas bien.

No hay prisa, por lo menos Marcelino no la tiene, su hoja de ruta es hacer las cosas de la mejor manera posible. Lo que sí tengo claro es que si él quisiese y todo va bien, su renovación se antoja imprescindible de cara al futuro. Él está llevando a cabo la renovación de la plantilla y a él le corresponde consolidarla. Lo mejor de todo esto es la piel fina de algunos que le ven pegas a ampliar el contrato del técnico por tener elecciones a la vista cuando estos mismos aplaudieron las decisiones que tomó el anterior antes de salir. A eso le llamo yo... ¡Con un par!