Eran las 16.55 horas. Pedro Sánchez descendía de la tribuna de oradores, se encaminó hacia el escaño de Pablo Iglesias para fundirse en un abrazo que acababa de una vez con sus insomnios. Mediante tan elocuente gesto, adornado del oropel propio de una sesión de investidura, la izquierda rearmaba su coraza política ante el vendaval de pedrisco, propio y exógeno, que asoma amenazante. Fue prácticamente el único momento de tregua que el candidato socialista dispuso durante más de nueve horas en una tormentosa sesión plenaria, augurio lamentable del futuro institucional que aguarda a una legislatura demasiado incierta. Se asistió a un tedioso debate entre una trinchera de color y otra de blanco y negro, que apenas aportó un bajo nivel propositivo, escenas interminables de mala educación y un enconamiento infinito. El enfrentamiento descarnado entre la recuperación de la vía diálogo o el uso de la ley en Catalunya; el antagonismo entre la necesaria revisión de un avejentado marco autonómico y la apelación a la unidad de la patria. Todo ello en un clima enmarañado por las embestidas de una derecha obsesionada en tapar, con un lenguaje demasiado irascible y vejatorio, los ilusionantes cánticos al progreso social y a la conquista de la tercera transformación que pretenden PSOE y Unidas Podemos.

Tampoco podía esperarse un bálsamo horas después de la sacudida de la Junta Electoral Central. Consciente del entorno ambiental y de que los plenos empiezan a plantearse ya en función de que circulen los tuits, el candidato arrancó su intervención dando un contundente titular: "no se rompe España, se rompe el bloqueo". A partir de ahí, su principal empeño consistió en reafirmar su recuperada apuesta por el diálogo para acabar con la judicialización del conflicto catalán, "que ha sido un error" dijo, consciente de que en ese campo iba a jugarse el resto del partido. La derecha mordió sin miramientos, con un Pablo Casado mucho más hooligan derechista que el propio Abascal, sobre todo recordando, mordaz, las sonoras contradicciones que sobre Catalunya ha incurrido el líder socialista. Bien es verdad que Rufián tampoco le anduvo a la zaga al remover la hemeroteca hasta el punto de admitir su desconfianza sobre el grado de cumplimiento de su pacto con el PSOE. Por si acaso enfatizó su amenaza: "si no hay mesa, no hay legislatura". Sánchez se apresuró a disipar la duda en la primera réplica, un turno que aprovechó con una excelente dialéctica para desmontar la política de permanente judicialización de Pablo Casado, ayer de nuevo más aznarista que nunca. También Aitor Esteban hizo leña del árbol -"hace falta tener rostro"- al reprender al líder del PP por clamar contra las transferencias de Tráfico para Nafarroa.

En medio de semejante tempestad, el líder socialista ha encontrado, cuando nunca lo imaginó, un aliado disciplinado en Pablo Iglesias. La petición de éste en favor del apoyo a los policías y diplomáticos españoles en Bolivia y su satisfacción por pertenecer al futuro gobierno Sánchez -exclamó entusiasmado "adelante, presidente, sí se puede"-, sorprendió entre quienes recordaban aquella fallida investidura del pasado verano. Incluso hasta le superó en su gratitud hacia el soberanismo catalán al alabar la aportación de "los encarcelados y exiliados" en favor del desbloqueo.

Ambos políticos se esforzaron en legitimar el marcado acento social que encierran los diez ejes de su programa de gobierno y que el presidente español desgranó con un énfasis inferior al esperado, quizá consciente de que el conflicto catalán iba a llevarse todas las portadas. No le faltaba razón porque todos los ojos se han puesto sobre el desarrollo de esa mesa bilateral, que ya ha arrancado los primeros jirones.

La canaria Ana Oromas rompe la disciplina de partido y vetará a Sánchez. Ante la adversidad que se intuye fácilmente, los incondicionales de frenar a la derecha reclamaron "valentía" al candidato. El portavoz del PNV, con su discurso plagado de alusiones cinéfilas, aludió al film Eva al desnudo para dibujar el futuro: "abróchense los cinturones. Esta va a ser una noche movidita".