mADRID, además de un mentidero, es un hervidero. Barcelona, en cambio, es un inquietante polvorín que desestabiliza cada vez que tose. Supone la simetría tradicional de ese puente aéreo, siempre de espaldas al entendimiento, incapaz de escucharse siquiera. Ahí radica el maldito epicentro de un secular desencuentro que ahora amenaza de nuevo con zancadillear la estabilidad y la paz social del Estado después de haberse llevado hace tiempo la serenidad política. La desobediencia institucional del independentismo vuelve a hacerse realidad como ensayo amenazador de la asonada que llegará irremediablemente tras la sentencia del procés. Más dinamita, en definitiva, para la campaña electoral del 10-N que se antoja sórdida y, posiblemente, insoportable para una ciudadanía hastiada de tanta inoperancia pero que va a ir a votar porque la agitación, los duelos pendientes y la verborrea generan la suficiente adrenalina para no quedarse en casa. Octubre se antoja mes maldito. Puede pasar de todo y, en principio, nada bueno.

Con el Congreso en paro técnico, son los manteles, las tertulias y las redes quienes tejen arteramente las suspicacias maquiavélicas. Nadie sabe en la Corte qué va a pasar porque es imposible, pero todos se lo imaginan con esmero y por eso discuten en posesión de la verdad. Las apuestas son de todo pelaje y ninguna constructiva. ¿Cuándo será la exhumación de Franco? ¿Cuántos escaños le quitará Errejón a Iglesias y Sánchez? ¿Está preparada Inés Arrimadas para asumir la baja por previsible depresión de Albert Rivera? ¿Obligarán los empresarios a Casado, esta vez en serio, a facilitar un gobierno del PSOE vencedor? ¿Rebelión, 155 o elecciones en Catalunya? ¿ERC viene con nosotros o se tira también al monte? Demasiados interrogantes para una única verdad que, sin embargo, camina escondida entre tanta encuesta desfasada, desgarros personalistas en la izquierda y los escarceos pirómanos del CDR: la contracción económica es una realidad. La temida desaceleración ha venido para quedarse, frenar la creación de empleo y recuperar viejos fantasmas de la crisis.

El Parlament ha vuelto por donde solía, a la gresca y la rebelión. Lo suyo no son las leyes ni fiscalizar al Govern ni corregir los efectos del recorte sanitario y educativo. Su aspiración mayoritaria es abandonar la UE, expulsar a la Guardia Civil y defender a quienes reconocen pasmosamente ante el juez que centran sus aspiraciones intelectuales en la fabricación de explosivos. Así las cosas, la convivencia entre sus políticos hooligans resulta imposible porque sus respectivas exigencias y su teatralización son antagónicas y mucho más cuando tienen las urnas a un mes vista. Por todo ello, en Madrid vuelve a cundir el pánico, cuando no el hastío y las ganas de mano dura, en medio de una orfandad parlamentaria. Desde luego, representa el escenario más inhóspito para Sánchez, que ve cómo su reciente voluntad de entender Catalunya como Extremadura o La Rioja (sic) se escurre por la alcantarilla del despropósito. Esto es droga dura y no valen los paños calientes. Quizá solo el temor a la Justicia aplaque los ánimos encendidos. Torra, de hecho, ya ha ordenado retirar el lazo amarillo después de la contundente advertencia judicial. En la cárcel hace frío.

De momento, es ahora Pablo Iglesias quien no puede dormir. Se le agolpan las pesadillas. Se siente acosado, posiblemente penando la penitencia de tantos errores en la mochila entre desmanes de soberbia, estrategias erróneas y venganzas acumuladas. Por ahí se ha colado la muleta que más ansiaba el líder socialista para infringir el golpe certero a su auténtico enemigo personal. Con ustedes, Iñigo Errejón dispuesto a ofrecerse a un pacto inmediato de gobierno progresista. Llega Más País con la calculadora demoscópica para no rasgar más allá de lo necesario las costuras de la izquierda. Lo hará mediante una intencionada llamada a recortar la abstención y a un discurso posibilista que enganche a los desencantados con la intransigencia de Unidas Podemos. Mientras hilvana su programa -¿en qué se diferenciará de sus antiguos compañeros más allá de las formas?-, se multiplicarán las quinielas sobre la ecuación de la futura investidura. Si arde Catalunya, Iglesias sigue enfurecido por el desprecio y el acoso que le acechan, la derecha vuelve a pedir 155 o Navarra, de qué habrán servido las elecciones. Posiblemente entonces el auténtico establishment dé un paso al frente y le diga a Casado hasta aquí hemos llegado.