HA sido un día raro, de esos que dejan a uno descolocado. El Athletic celebró su Asamblea General Ordinaria en coincidencia de espacio y tiempo con un mitin de Vox. El presidente del club rojiblanco, Aitor Elizegi, exhibió un vídeo promocional recalcando las excelencias de su corta gestión, como es natural, obviando, como también es natural, los fichajes de Kenan Kodro e Ibai Gómez (es casi lo único que no heredó de Urrutia, pero eso no encaja con la promo).

En otra sala del Palacio Euskalduna, el presidente de Vox, Santiago Abascal, pedía el estado de excepción para Catalunya y su cuate Javier Ortega Smith se jactaba ante los presentes, unas 600 personas, de que la carga de la Ertzaintza contra la “gentuza” de afuera se había producido a instancia suya, como si el engreído fascista tuviera mando en plaza. Las entrañas del Euskalduna se removieron entonces, sacudidas por el fantasma de aquella épica lucha obrera acontecida cuando desnudaron el astillero para convertirlo en palacio.

No se debe mezclar churras con merinas, pero convendrán en que descoloca tamaña confluencia teniendo en cuenta además que una muchedumbre caminaba por las inmediaciones para asistir al Athletic-Valladolid. Vox, Franco, cargas policiales, heridos, detenciones, contenedores incendiados, tensión... ¿regresar a esos tiempos? No puede ser posible...

Conocido que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio y ante próximas visitas de machotes en actitud provocadora, pongamos que Albert Rivera, que también vendrá, y tiene todo el derecho, castiguémosle si acaso con el látigo de nuestra indiferencia, o un socarrón aplauso, y vítores, que seguro que le entra una depresión de caballo al no sentir sobre los riñones la fusta del pueblo indignado.

Estaba el día tan raro que la noticia saltó estridente: la Asamblea, conformada en la época de Urrutia, ha tumbado el presupuesto de Elizegi, hay que ver lo traviesillos que son estos socios compromisarios. Me imagino el sofocón que tuvo que sufrir Fernando San José, el secretario de la junta directiva, cuando le advirtieron del considerable error. El hombre tomó la palabra para rectificar y anunció la buena nueva, que el presupuesto finalmente estaba aprobado, aunque fuera por los pelos, y asciende a casi 129 millones.

Un despiste lo tiene cualquiera y la directiva de Aitor Elizegi todavía necesita rodaje, también condescendencia, hasta pillarle el tranquillo al asunto, como lo tenía Josu Urrutia. Y el día, que venía atravesado.

Porque luego, en el partido, ocurrieron un puñado de hechos sorprendentes que llevaron el Athletic-Valladolid hasta un insípido empate final que deja encallado al equipo rojiblanco. Desde que tocó el cielo, allá por la quinta jornada, cuando presumíamos de líderes, los hombres de Gaizka Garitano no conocen la victoria. Dos derrotas y otros dos empates que sin embargo no se alejan de la norma, de irregularidad generalizada, que ha provocado un embotellamiento en la clasificación. Otra cosa es el análisis puntual, de cómo se llega a esto, con ocho goles a favor (el sexto peor registro) y solo cinco en contra, el mejor dato junto al Atlético de Madrid.

Pero el día estaba retorcido. Cuando Unai Simón le ganó el mano a mano al turco Enes Ünal nos acordamos de los 80 millones que dejó Kepa Arrizabalaga, que tan ricamente han servido para inflar la hucha del club pensando en los tiempos de zozobra, pues en la portería, sin dudar, estaba un guardameta joven y de categoría. Cuando la pifió, y de qué manera, en el gol del Valladolid, se confirmaron los malos presagios. Ni era el día ni el Athletic está para imponer su jerarquía ante rivales con traza de modestos. Cuando Iñaki Williams anotó aquel soberbio gol que iluminó el firmamento terminando su prodigiosa cabalgada con elegante filigrana nos entró tal subidón que dimos por sentada la victoria. Goles así elevan la moral, la autoestima...

El exabrupto de Simón rompió el sortilegio. Luego apenas hubo un escorzo de Muniain, más activo que de costumbre, y la sensación de impotencia.

No, definitivamente no era el día...