SERGIO Ramos llegará limpio al Clásico liguero del 2 de marzo, aunque una semana antes Real Madrid y Barcelona se volverán a ver las caras en la vuelta de la semifinal copera, es decir, que el equipo blanco, que parecía otra vez renacido y en órbita sideral está a punto de la catástrofe. Hay que mirar el asunto con perspectiva. El procés se lleva mejor con pan y circo. La sensación de ver al equipo del Gobierno mordiendo el polvo quizá ayude a levantar un poco el ánimo entre el catalanismo ultrajado. Para eso está el Barça, que siempre ha sido y será més que un club. A los efectos también sirve el Girona, sobre todo si protagoniza un campanazo mayúsculo en el Bernabéu; tanto que invita a imaginar a Carles Puigdemont dando botes de satisfacción por Waterloo. Vale igualmente el baloncesto, aunque no sea tan visceral, con los culés brindando con esa Copa arrancada anoche del corazón del Reino y la forma de conseguirla, mediante ese punto de jodienda que provoca perder un torneo en el último segundo de la prórroga y con polémica arbitral.

Pero volvamos al arranque de esta historia, ponderando en lo que se merece la sagacidad de Sergio Ramos. El vigoroso central sevillano calculó con perspicacia y tiempo la forma de recibir dos tarjetas amarillas, completar así el ciclo, cumplir el correspondiente partido de sanción frente al Levante y en consecuencia poder enfrentarse a comienzos de marzo contra el Barça sin temor. La primera cartulina, hacia el minuto 24, tuvo mucho mérito, pues salvó un gol cantado a lanzamiento de Douglas poniendo la mano con cierto recato. Lástima que con la coña tecnológica el trencilla Cuadra Fernández detectara un penalti como una casa que Stuani convirtió en el gol del empate momentáneo. La segunda amarilla la consiguió en el minuto 90, cuando el Madrid se daba por derrotado ante el insurrecto Girona. O sea, que perjuicio, el mínimo. Además lo hizo a lo grande, como a él le gusta, marcándose los tiempos para lanzar una aparatosa chilena que aunque soslayó el balón casi cepilla el bigote de Pedro Alcalá.

El capitán madridista se hizo el indignado, protestando al colegiado por la estridente decisión, y se retiró a paso liguero, dándose aires como de compungido según el método Stanislavski, que para eso vive con Pilar Rubio, modelo y actriz.

Hay que ponerse en antecedentes para comprender al chico, injustamente maltratado cuando días antes, al terminar el partido de Champions frente al Ajax, tuvo la gallardía de confesar que sí, que buscó la cartulina amarilla con el objetivo de pasar limpio a cuartos de final (si el Madrid se clasifica), razón por la cual la UEFA le ha abierto un expediente y probablemente le imponga dos partidos de sanción.

A fuerza de cándido y sincero, le han llamado de apamplao para arriba. Por eso Ramos se lo ha montado esta vez de cine, a ver quién es el guapo que intuye maquinación en su extemporánea expulsión frente al Girona.

Cuando un futbolista busca con ahínco el foco mostrándose profuso en las redes sociales, alardea de divo y compone ridículas coreografías en la celebración de un gol, quitándole la magia de la espontaneidad, se merece la recíproca. Y aunque así no fuera, hay que admitir que estos alardes de ingenuidad dejan pasmada a la afición.

Hubo cierto desprecio del Real Madrid hacia el Girona, que aprovechó la desconsideración de su rival para apretar los dientes y conseguir una victoria histórica, poniendo fin a una racha de trece partidos sin ganar.

Perdió el Madrid contra pronóstico, el Atlético derrotó al Rayo tras un controvertido gol de Griezmann, y tampoco estuvo sobrado el Barça ante el Valladolid. Encalla otra vez el Valencia, resucita el Villarreal, hay un follón enorme en la liga y el Huesca recibe hoy al Athletic en su mejor momento de la temporada tras sumar siete de los últimos nueve puntos disputados. Francisco, su técnico, advierte: “Nos va la vida”. Es una declaración de principios. El Huesca era un condenado que recobra la esperanza. Bonito desafío, aunque sea en lunes...