este fin de semana en lugar de un plácido paseo marítimo getxotarra lleno de los paseantes habituales en el ir y venir hacia el puerto deportivo, el cine, la playa o simplemente dando vía libre al trenecito de sanfernando, me he cruzado con una ingente marabunta desfilando en pos del portaviones buque insignia de la armada española, al tiempo que a otros grupos manifestándose en contra del atraque en Getxo de esta letal arma bélica. Colas patrióticas entusiastas y protestas encendidas ante el mismo espectáculo, o lo que se considere visitar una imponente mole de acero hecha para matar.

El pasado viernes, además de estrenar primavera recordamos el día mundial del agua. El cuerpo de un humano adulto es 70% agua y en otros seres vivos aún más. Es el equilibrio de nuestro clima y nuestra atmósfera, es la razón de ser de nuestro planeta azul. Literalmente, es imprescindible para la vida, pero sólo el 3% del agua es apta para el consumo humano. “Nuestros cuerpos, nuestras ciudades y nuestras industrias, nuestra agricultura y nuestros ecosistemas dependen de ella. El agua es un derecho humano; a nadie se le debe negar el acceso a ella”, dice António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas. Pero en la realidad cotidiana de 2018 murieron 842.000 personas (niños, 700 al día) por diarrea debida al consumo de agua insalubre y casi 4 mil millones padecen escasez de agua al menos un mes al año, con dos mil millones que no tienen acceso al agua potable; y de aquí a 2030 unos 700 millones de personas deberán abandonar su domicilio por escasez de agua: son los nuevos refugiados climáticos. Ya hay 33 países bajo estrés hídrico, es decir, disponen de menos de 1.700 metros cúbicos por persona y en las 500 ciudades más grandes este estrés hídrico afecta al 40% de la población. Y España no se libra, pues está en el puesto 32 de riesgo real de escasez de agua antes de 2030.

No son pocos los que vaticinan que la próxima gran conflagración mundial será a causa del agua. La anulación del trasvase Tajo-Segura es una pequeña muesca de “enfrentamiento fraternal”, pero el próximo reconocimiento norteamericano (Trump mediante) de la soberanía israelí de los altos del Golán es un ataque directo a la yugular de la paz, porque Israel ha robado/sigue robando el agua potable del suelo y del subsuelo a Cisjordania y a Gaza y ahora lo hace a Siria.

Ante la necesidad de valorar el “si vis pacem, para bellum”, observo amedrantada armas, aviones y demás artilugios mortíferos del portaviones y miro a mi alrededor en busca de enemigos contra los que podría usarlas. Si con el coste de este monstruo se podrían, por ejemplo, haber levantado 52 hospitales o 500 colegios, me imagino la de miles de pozos, bombas de extracción, saneamientos, conductos de agua, alcantarillado? que podrían construirse con lo que costó su fabricación. En lugar de esto, servirá para disparar a los peligrosísimos enemigos de la patria que se acerquen a nuestras costas solicitándonos un vaso de agua como refugiados desheredados del agua.