LA República de Kazajistán lo está cambiando todo estos días para no cambiar nada. Porque, oficialmente, su presidente “de siempre” (30 años ininterrumpidos en el cargo) -Nursultan Nazarbayev, de 78 años- ha dimitido, el Senado tiene una nueva presidente y hasta la capital del país tiene un nombre nuevo. En vez de Astana, desde ahora en adelante se llamará Nursultan.

Pero en realidad todo, todo el poder, sigue estando en manos del expresidente Nazarbayev. Cierto que ha renunciado a la presidencia, pero todos los puestos clave de la Administración Pública los retiene; la nueva presidente del Senado (y, constitucionalmente, sucesora del presidente en caso de muerte súbita o incapacidad de este) es la hija mayor de Nursultan, Desen, de 55 años.

Y si el nuevo presidente -Kassim Shomart Tocayev, de 65 años- no es de la familia de los Nazarbayev, en cambio ha sido toda la vida el “alter ego” político del presidente dimitido y le ha acompañado con fidelidad numantina en el quehacer político tanto en la época estalinista, cuando Kazajistán era una república soviética, como a partir de la independencia del país (1991).

A diferencia de la mayoría de los seguidores incondicionales, Tocayev, es un hombre inteligente, políglota -habla kazako, ruso, chino (fue a la universidad en Moscú y Pekín), inglés y francés-, y diplomático de carrera, amén de político de pro ya que fue ministro de Exteriores en dos ocasiones y jefe del Gobierno de 1999 al 2002. También desempeñó breve tiempo el cargo del director de general de la sede ginebrina de la ONU.

Pero toda esta experiencia internacional y preparación académica no pueden impedirle tener un concepto estepario del poder. Este sigue siendo hoy tan absoluto como hace dos mil años y Tocayev no ha tenido el menor pudor (y mucho menos, reparos) en cambiar el nombre de la capital por el del presidente dimitido (en kazako nursultan significa “soberano radiante”), ordenar la erección de un monumento en honor del presidente saliente, así como que en la mayor parte de las grandes urbes de la República se dé el nombre del expresidente a las calles más transitadas.

Desde un punto de vista histórico todo esto tiene cierta lógica: la continuidad del concepto de poder estepario que ya practicaron Gengis Khan y Tamerlán. A buen seguro que Tocayev lo comparte y lo seguiría compartiendo incluso si hubiera aprendido también latín y supiera lo que significa sic transit gloria mundi?