S todo un desafío, un reto a la altura de los grandes. La Fundación Fair Saturday emprende, desde hace años ya, la búsqueda de personas y organizaciones internacionales dedicadas al arte y la cultura que, con su trabajo, arrojan una mirada humanista al mundo, una forma de mejorar la sociedad en la que actúan. Hacen mil y una pesquisas, avanzan kilómetros y kilómetros de terrenos sembrados de ideas pujantes en sus rastreos, y se dejan la piel a la hora de encontrarle un valor social y económico a la cultura, el faro que les guía en sus propósitos.

Se trata, además, de una respuesta. No en vano, hablamos de una movilización cultural con impacto social que habitualmente tiene lugar cada último sábado de noviembre, al día siguiente del Black Friday, máximo exponente del consumismo. Ese es el día marcado en rojo en su calendario, el contrapunto que busca el equilibrio de la balanza. Artistas y entidades culturales de todo el mundo se unen en un festival global, con un solo requisito: apoyar a través de su evento un proyecto social de su elección.

La idea nació en 2014 con una prueba piloto que pasó el testigo y se lanzó a la aventura de ponerle el cascabel de la humanidad al gato del consumo desaforado. El evento inaugural de la edición 2019 tuvo lugar en Bilbao, en Miribilla, donde más de 1.000 artistas interpretaron grandes temas de la historia de la música en un espectáculo audiovisual inolvidable que abrió las compuertas a Fair Saturday a nivel internacional. Ahora, en los días de su regreso, aseguran que ese tinte cosmopolita estará menguado por los contratiempos de la pandemia, pero parece seguro que se mantendrán en pie en Portugal (Lisboa) y en Escocia. La idea es no dar un paso atrás, mantenerse en el escaparate de las cosas buenas del mundo. Su trabajo se alimenta de la variedad y la mezcolanza de ideas, credos, razas y lenguas. Quieren que sea un punto de encuentro entre los pueblos.