LGO raro pasa. Viendo cómo se analiza el avance de la pandemia y sus todavía cortos retrocesos, uno tiene una sospecha. Diría que hemos entregado el alma a los contables y todas las pasiones que hoy nos conmueven se derivan de las estadísticas: para saber si somos felices, ahora se hacen encuestas; para saber si estamos en peligro, ahora hay que mirar a las gráficas. Es el imperio del número el que define esta era de los dolores y nosotros, el común de los mortales, estamos obligados a conocer algo de matemáticas para sacar las cuentas. ¿Qué pasa, cuándo y dónde? ¿Llegará el día en que...? Son preguntas que la calle se hace con interés y cuya respuesta, visto cómo nos llega la información, envuelta en el críptico manto de los números, tal vez se encuentre en una ecuación de segundo grado. ¡Con la que uno las odiaba en edad escolar!

De una rareza les hablaba. El punto débil de la felicidad humana, de la nuestra, al fin y al cabo, reside en su sentimiento del pasado y del porvenir; el presente padece siempre un poco a causa de los recuerdos o de las esperanzas. Eso es lo extraño. Tenemos en mente lo que sufrimos (y lo que es peor, cuánto sufrieron quienes ya se fueron...) y no sabemos con certeza con qué materiales levantar la torre de defensa de la esperanza en la que apoyarnos mientras que los números siguen ahí, con su bombardeo inclemente.

Qué tanto por ciento va, qué tanto por ciento falta. Esa es la letra de la canción de moda. Incluso en días como el de ayer, honrosos con los libros y sus lecturas (conviene matizar porque no es lo mismo, ni la misma, la gente que compra que la gente que lee, dicho sea para que se meta esa variante en el cálculo...), siguen las cifras haciendo de las suyas, sacando conclusiones. Como si no hubiésemos descubierto ya hace tiempo el poder de la lectura: hay libros que esconden la verdad y otros que te sumergen en un campo de ilusiones.

Si fuese cierto eso de la verdad exacta de los números todavía tendría un pase la claudicación. Pero han sido tantas las ocasiones en que la verdad nos ha demostrado que la estadística es la reina de las ciencias inexactas que uno prefiere, con permiso de todos los adores del becerro de oro de las multiplicaciones, aferrarse a la historia que nos cuenta un libro, no siempre tan empecinado en ser dueño de la verdad absoluta. Si se han tomado la molestia de leer toda la página, verán que estamos rodeados de cifras. ¡Puf!