IVIMOS una días de extraña velocidad, como si la actualidad fuese una dura entrada a la tibia, un desmarque al filo del fuera de juego o un remate en escorzo, situaciones que merecen su revisión a cámara lenta para no perder detalle. Parece que quisieran contarnos al oído, despacio y muy bajito, cuándo veremos la boca de la gruta y su luz, cuándo daremos con el rumbo correcto en el laberinto, cuándo nos reencontraremos. Es el LABI el órgano encargado de juzgar esa realidad en una suerte de salas del VAR donde van a analizar la jugada de nuestras vidas antes de decidir como sigue el juego: con un castigo por la infracción o con vía libre. Hemos vivido y vivimos tantas inclemencias ya que no nos urge salir cuanto antes sino cuanto mejor. No salir del paso sino salir para siempre.

Esto queda mejor por escrito que en la agenda del día a día porque comienza a ser fatigoso este deambular sin rumbo. O lo que es peor, un rumbo incierto. Habíamos puesto nuestra esperanza en la llegada de las vacunas y parece que sí, que esa es la diana correcta. Lo que no entraba en las previsiones es que el suministro de las vacunas se produjese con una lentitud que exaspera, sobre todo cuando uno hace números y ve que los cálculos no salen como esperaba.

¿Y quién es ese uno del que les hablo? No quienes deciden ni quienes trabajan en primera línea de fuego, no. Ellos manejan la realidad en toda su extensión y saben donde están las astillas. Ese uno son, somos, usted o yo. O el vecino del quinto. La frase que tanto nos repiten de "preste atención" es muy acertada: disponemos de un presupuesto de atención limitado que podemos asignar a ciertas actividades y si intentamos rebasar nuestro presupuesto, fracasaremos y caeremos en la ruina.