ESTABA llamada a ser el Santo Grial, la madre de todas las soluciones. No por nada se le esperaba como a la lluvia en los campos yermos, como a los rayos de sol en el invierno, como al gol salvador en el último minuto. Se aguardaba con esperanza su aparición y cuando hace unos días Pfizer anunciaba que tenía una casi preparada si no salimos a brindar en la calle es porque los bares estaban cerrados.

Han bastado unos días para que todo se tuerza, para que ese puñado de gente que siempre se muestra tan susceptible lance el dardo de la protesta.

Por un lado, están los inseguros, que sospechan que será una vacuna full, que no se puede elaborar una tan rápido, que cuáles serán los efectos secundarios; que si patatín, que si patatán. Por otro lado surgen quienes preguntan a quién se la van a suministrar primero y por qué. Y cuándo. La voz de la calle llama a este tipo de personas los cagaprisas, un adjetivo tan certero que no le hacía falta el visto bueno de la RAE para dispensarse por la calle con soltura. Se habla de una división de la sociedad en quince grupos de riesgo para marcar el paso de la distribución y siempre salta uno diciendo que él la necesita ya, pero ya, ya. Para él no hay adjetivo nuevo que valga: es un egoísta.

La penúltima cuestión es la dispensación. Si desde una Administración aseguran que se formará a las farmacias para que puedan inyectarse allí, desde otra dicen que tienen recursos suficientes para hacerlo, que no hace falta.

Me van a perdonar pero no veo con claridad a qué carta quedarse. De momento me río con el meme que recomienda "la cecina leonesa porque es 100% vacuna y está curada" y espero.