OCURRE como una de esas murallas que se levantan con fichas de dominó cuya supervivencia depende de la solidez de cada uno de los ladrillos. Lo que quiero decirles es que el diseño crea cultura, la cultura moldea valores y los valores determinan el futuro. Aprovecho la ocasión ahora que Bilbao, rodeada como toda ciudad que se precie por las hordas del coronavirus y sus secuaces, mantiene su estandarte en pie. ¿Qué bandera?, preguntarán algunos o algunas de ustedes. La del diseño, cómo no y el progreso en ese campo. Ubicado en el antiguo edificio de Papelera, allá en Zorrotzaurre, echan a andar las titulaciones de diseño gráfico e interior, equivalentes a grados universitarios. Es algo insólito, habida cuenta de que existen pocos centros en el mundo con esa vocación de darle al diseño un aire académico.

¿Qué no hubiésemos dado a estas alturas de la pandemia nuestra de cada día por una idea bien diseñada (aunque fuese solo una...) que fortaleciese nuestros valores para la supervivencia inmediata y enriqueciese nuestro porvenir? Esa es la pregunta que nos asalta al escuchar cómo el lehendakari, Iñigo Urkullu, nos habla de una reconstrucción económica y sentimental. El mensaje, reforzado con la idea de homenajear con el recuerdo (o recordar con el homenaje, que incluso suena mejor...) a las personas fallecidas para que su ausencia no deje tanto vacío, suena a letra de canción protesta. Una de esas que pone melodía a las necesidades más perentorias.

Según lo escribo, unos ojos anónimos que leen por encima de mi hombro, me dicen que no estamos en tiempo de canciones. ¿Seguro? El diseño es un intermediario entre la información y el entendimiento y pocas cosas nos han contado mejor lo que ocurre en cada época que una canción. Oyéndola hemos entendido lo que sucede a flor de piel, sintiendo. ¡Ánimo compositores!