CON la línea de autobús que le lleva a uno de Bilbao al aeropuerto ocurre lo mismo que con el papel higiénico: cuando se necesita, se necesita con urgencia. La cuestión es la siguiente: ¿qué medio de transporte público te acerca al aeropuerto más allá de la superpoblada A3247? Ni uno solo más, si se exceptúan los taxis y -no lo tengo claro en esta ocasión...- los vehículos de Uber. Visto así y visto el auge de las personas que se desplazan por los aires, es lógico pensar que Bizkaibus haya engrosado la cuenta de resultados de esa línea. No tiene competencia equiparable en tarifas.

Siendo verdad que la competencia siempre provoca perdedores, no es menos cierto que la competencia no es solo la base de la protección del consumidor, sino que es además el incentivo para el progreso. Hay que advertir, eso sí, que la línea es eficaz. Cuántas veces no se ha visto que, en ausencia de competencia, aparece la incompetencia. No es el caso. La línea de la que hablo funciona con cierta agilidad y el plan es el de estrechar aún más su frecuencia, que ya de por sí está apretadita: cada cuarto de hora.

Esa es la noticia más destacada de la última memoria de Bizkaibus que nos recuerda lo bien que salieron las cosas en 2019. Es cierto que, plasmadas en un mapa, las líneas de Bizkaibus recuerdan al hilo de costura que cose todo el territorio. Y es cierto, además, que el funcionamiento es eficaz y solvente. Si a ello se le añade que este modelo de transporte público ha desarrollado cualidades humanas como la sensibilidad (las paradas improvisadas a demanda de las mujeres para ganar en seguridad es un ejemplo fehaciente de ello...), la nota media alcanza el notable. El asunto merece un reconocimiento, más allá de esa línea que vuela hacia el aeropuerto. Solo faltaba que no hubiese crecido.