UNA de las grandes lecciones de la vida, mayúscula maestra, es la de predicar con el ejemplo. No hay que olvidar que el ejemplo corrige mejor que las reprimendas, las discusiones, los rifirrafes. ¿Acaso la imagen que proyectamos en el espejo no es la más irresistible seducción para quien lo ve? Durante estos días, con la espada de Damocles de una amenaza de huelga amazónica, de la longitud de un mes, un puñado de niños y niñas han visto cómo los adultos que los educan no eran capaces de ponerse de acuerdo en la discusión que parecía una pelea de patio de recreo. ¿Qué habrán pensado, más allá del “qué bien, un mes sin clases”? No ha sido un ejemplo edificante.

No hay que olvidar que un buen maestro, una buena profesora, dejan una huella para la eternidad; nunca pueden decir cuando se detiene su influencia. Han de encontrar un punto medio, un ecuador que acostumbra a situarse en el sentido común. No sé si ha sido esa la razón esgrimida, pero sí es verdad que alivia la voluntad de sentarse expresada por las partes disputantes. Kristau Eskola, los sindicatos ELA, Steilas, CC.OO. y LAB y el departamento de Educación del Gobierno vasco como mediador se dan la cita en la mesa del Consejo de Relaciones Laborales. Que les sirvan tazas de tila, que templa, y no de café, que alborota los nervios de algunos.

¿Quién cederá primero en el cien por cien de sus demandas, de sus pretensiones? Solo así puede aparecer la paz social. No han de olvidar que siendo los niños testigos, dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera. Venga, señores, venga señoras. A su cordura apelo, a la imaginación para buscar una solución que frene el tsunami académico que se avecina invoco. Que su ejemplo predique, eso es lo que pedimos desde fuera.