L fútbol era una fiesta, ¿se acuerdan? Era la tierra de encuentro entre la gente allegada y más allá aún, entre los pueblos que se daban cita sobre el césped. No olviden que también fue infierno cuando se acercaban a esos días alegres los pájaros de mal agüero que aprovechaban la tierra fértil para sembrar la semilla de odio. Cada vez eran menos pero ahí estaban, emboscados como malhechores a la espera de su víctima.

El fútbol era la verbena de los domingos (dicho sea sin segundas...) y el pan nuestro de cada fin de semana; el bocadillo y la bota en común y el abrazo a esa persona desconocida que se alegraba como tú, por un gol de los tuyos. El fútbol era una bandera que conquistaba sin sangre y el escudo que lucir en el pecho con orgullo y sin violencia, como una escarapela distinguida.

El fútbol eran las vísperas emocionadas y los días después entusiastas o enrrabietados, según fuese el día; las cervezas de antes y la escusa para verse y para encontrarse. El fútbol era una parábola que te hacía llorar y una cantada que también, aunque fuesen distintos los llantos. El fútbol éramos la tribu alrededor de la hoguera y parace que ya regresa. A San Mamés le han pedido que prolongue la espera, que no se corran riesgos al juntarnos de nuevo. Esperaremos pero, no lo duden, el día que se pueda será... ¡morrocotudo!