L escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, quien junto a Galeano y Quiroga componen el tridente mágico del fútbol literario rioplatense, tuvo la clarividencia de ver los peligros de la geometría. "En la vida", dijo, "hay que evitar tres figuras geométricas; los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas." Ahora, cuando los más agoreros rezan un padrenuestro cada vez que juega el Athletic conviene recordar que sí, que Dios está en el fútbol. No en vano, fue el propio Bendetti el que dijo en cierta ocasión que "aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios".

Salgamos del atolladero de la fe y centrémonos en la peligrosa geometría de Mario cuya lectura bien pudiera interpretarse en clave rojiblanca. Intentémoslo. Vista la eficacia goleadora y productivas de Iñaki Williams, Raúl García e Iker Muniain, ¿acaso no puede hablarse de un triángulo amoroso desencantado? Por lo que hemos visto hasta la fecha en esta campaña han perdido los tres poder de seducción, no tienen química entre sí y libran, sin amor alguno, la guerra por su cuenta.

Miremos el círculo vicioso en el que se enreda, cada día más, el fútbol de creación (¡ejem!, es un decir...) del Athletic. Cada vez que los leones se hacen con un balón de ataque se enredan, en no pocas ocasiones, en el laberinto. Un ¡patapum! para arriba, dos hacia atrás. Y no parece que salga a escena nadie capaz de orientarse, más atentos de la aguja de marear que de la brújula. De la mente cuadrada, sólo decirles que con mirar al inquilino del banquillo sobra explicación.