su

"Unidos por la emoción". Ese era el lema de los Juegos Olímpicos de Tokio. Una unidad que se hacía imposible en estas circunstancias, cuando las distancias de seguridad oscilan entre el metro y medio y los dos. La Carta Olímpica es emotiva y tajante en su redacción. "El Olimpismo", dice, "es una filosofía de la vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu". Esa combinación de fuerzas del cuerpo y el espíritu no conviene malgastarla ahora para avanzar un metro más rápido, para volar más alto, para gastar un átomo de energía de más. Toda reserva es necesaria para el combate contra el coronavirus, la única medalla posible.

Citius, altius, fortius, ¿se acuerdan...? Han sido los propios deportistas de hoy, llamados para la gloria de estos Juegos que ahora se retiran, bajo la presión popular, a los cuarteles de invierno, quienes han reclamado un latinajo más: Tardius. Hubiesen querido que al anuncio llegase antes. Para reorganizar su organismo, para reorganizar las becas que les sustentan, para reorganizar la dura vida que hoy nos toca vivir. El COI, que no vive estas fatigas, ha decidido ahora. Ellos sí que han ido tardius.