Toca a su fin una experiencia de gobierno tan complicada como ilusionante en Nafarroa. Cuatro partidos con distinto origen, distinta trayectoria y distinto sustento ideológico unidos para dar oportunidad al progreso en una Comunidad atascada tras veinte años de régimen rancio, reaccionario y caciquil. El resultado, por más que el poder mediático se haya obstinado en ocultarlo, ha sido positivo en avances sociales, laborales, económicos y respeto a la pluralidad.

En este breve espacio entre urnas y mirando a quienes han ejercido con agresividad la oposición se comprueba que UPN ha apostado a la desesperada por una alianza incoherente que le garantizase la mayoría numérica. Y no le ha salido mal. Javier Esparza, tente mientras cobro el pacto con los antiforales, ha mantenido el espacio como primera fuerza a pesar de haber perdido unos cuantos miles de votos. Por supuesto, ni una palabra sobre aquellas profecías apocalípticas ni sobre “la desaparición de Navarra engullida por Euskadi” ni sobre el desastre económico que anunciaron cuando perdieron el poder.

Siguiendo con la oposición, el PSN ha sido el gran beneficiado gracias a la ola de Pedro Sánchez, aunque en modo alguno María Chivite haya dado como él la imagen de hacer frente a las tres derechas (o cuatro, si es que ahí anda Vox agazapada). Los resultados favorables han situado al PSN como segunda fuerza y no descartan optar a la investidura si el cuatripartito pierde su mayoría. Claro que para ello tendrían que buscar el apoyo de UPN y volver al viejo régimen, o buscarse un sitio en un nuevo Gobierno alternativo, algo muy difícil de lograr porque no se puede olvidar su comportamiento durante estos cuatro años, casi siempre alineado con la derecha. Más difícil todavía mientras mantenga el veto a EH Bildu, pretexto que alegó en los pasados agostazos, marzazos y juniazos que dieron al traste con los intentos de alternativa a la derecha.

A las fuerzas del cambio los resultados no les han venido bien, aunque tras comprobar que el miedo a los nacionalistas ha movilizado menos que el miedo a la derecha, aspiran a revalidar el Gobierno tras cuatro años de oposición frontal, brutal, de UPN y PSN. El menos perjudicado ha sido Podemos, tercera fuerza, tras una legislatura lamentable en plena guerra civil interna. Los 68.000 votos obtenidos son prueba de que el partido sigue vivo y es de esperar que el buen resultado les haya servido para hacer borrón y cuenta nueva. Izquierda-Ezkerra, con su electorado fiel, se mantiene al filo del 3% que les seguiría sumando a las fuerzas del cambio. Todo ello a pesar de que durante estos cuatro años el Gobierno se ha visto zarandeado internamente en desencuentros por planteamientos tácticos o por rivalidades partidistas. No pueden obviarse las palabras de Uxue Barkos en su toma de posesión: “Seré una presidenta abertzale en una Comunidad que no lo es”. Una declaración de principios que debería haber prevenido a modular ciertas reivindicaciones identitarias que han proporcionado demasiadas bazas fáciles a una oposición obsesiva en temores invasivos.

EH Bildu ha cosechado positivamente en votos una campaña muy movilizada, quedando casi a punto de obtener un diputado. Con esa inercia mantenida deben seguir siendo un puntal en el Gobierno del cambio, del que no puede ser excluido, como pretendería el PSN, ni tampoco va a facilitar ninguna alternativa que parta de su exclusión.

Geroa Bai era la pieza más débil en las generales y los solo 22.000 votos obtenidos pueden inducir a las dudas. No obstante, la figura de Uxue Barkos es valor seguro y conocidas las encuestas previas se percibe optimismo.

Hay dos claves en esta campaña. La primera es quién será segunda fuerza, Barkos o Chivite. Y la segunda, si el cuatripartito conserva la mayoría. El primer escenario, según las últimas encuestas, parece que será para Barkos, lo contrario complicaría mucho la situación para el cambio. Pero no será fácil, porque la inercia del triunfo del PSOE es fuerte y el foco informativo sigue en Madrid, con las reuniones de Sánchez, la negociación de la mesa de las Cortes y, por qué no decirlo, con el fallecimiento de Rubalcaba que ha dado mayor consistencia al partido.

Y en cuanto a la segunda clave, aunque las encuestas siguen manteniendo a los partidos del cambio al borde de los 26 parlamentarios, parece difícil que el cuatripartito mantenga esa mayoría absoluta. La clave será que las personas que votaron a Sánchez vuelvan ahora a votar por el cambio, por Barkos, y por Podemos sobre todo. En cualquier caso, de repetirse el cuatripartito debería contarse con una mayor implicación de todos los componentes en el propio Ejecutivo, que estos años ha liderado Uxue Barkos sin cuotas de partidos.

La incógnita es qué pasará si el cuatripartito pierde la mayoría. El PSN intentará romperlo, buscando por la izquierda un acuerdo con Podemos que le centre en el tablero y le permita negociar la alternativa, o buscando por la derecha el pacto con UPN, en cuyo caso la pelea por presidirlo sería encarnizada. Pero si el cuatripartito, aun sin mayoría, se mantiene unido, no será fácil sacarlos del Gobierno. El PSN se vería forzado a elegir entre dejarles gobernar, irse con UPN o verse abocados todos a una repetición electoral.