Produjo un cráter en la corteza terrestre de 30 km de profundidad. En 1.000 km a la redonda, todos los seres vivos murieron por efecto del calor de la bola de fuego que se formó. Un tsunami gigantesco devastó miles de kilómetros de áreas costeras. Billones de toneladas de rocas y polvo fueron lanzadas a la atmósfera. Parte de esos materiales, ardiendo, llovieron sobre millones de kilómetros cuadrados, abrasando plantas y animales, y prendiendo fuegos que extendieron la devastación más lejos aún.

El polvo y las cenizas ascendieron hasta niveles muy altos de la atmósfera, de donde, al estar por encima de las nubes, no pueden ser arrastradas por la lluvia. Tras ascender, se extendieron por todo el planeta. La luz solar fue reflejada al espacio por la neblina de aerosoles de sulfatos, o absorbida por las partículas de ceniza. Las sombras provocaron un enfriamiento global que duró varios años. El frío y la oscuridad acabó con muchísimas especies de plantas y animales, que murieron ateridas o de inanición.

El 10 de abril de 1815, el volcán Tambora, en Sumbawa, una isla al este de Java, explotó. La erupción alcanzó el nivel 7 en la escala de índice de explosividad volcánica. Liberó una energía equivalente a 800 megatones y expulsó unos 150.000 millones de toneladas de materiales sólidos ricos en azufre. Provocó un "invierno volcánico" -por una bajada de la temperatura del planeta de 0,5 oC- y la muerte, directa o por hambre, de más de 70.000 personas.

La erupción de Toba, en la isla de Sumatra, Indonesia, ocurrida hace unos 73.000 años alcanzó el nivel 8 de explosividad volcánica. Expulsó 2.800 km3 de materiales a la atmósfera. Provocó una bajada de la temperatura media de la tierra de entre 3 y 5 oC, aunque en algunas zonas el descenso llegó a ser de 15 oC. Según una hipótesis que gozó de cierta credibilidad, la caída térmica habría provocado una reducción muy fuerte de las poblaciones humanas de la época, dando lugar a un cuello de botella poblacional y una fuerte reducción de la diversidad genética humana. Pero al no haber pruebas de extinciones de otras especies, es una hipótesis muy cuestionada en la actualidad.

Hace 640.000 años se produjo la, hasta ahora, última erupción del supervolcán de Yellowstone, EE.UU. Expulsó unos 1.000 km3 de roca, polvo y ceniza volcánica. Desde hace 2,1 millones de años se han producido tres erupciones de ese supervolcán, una cada 650.000 años, aproximadamente. Podría ser que la siguiente ocurra en los próximos centenares o miles de años.

Aunque las líneas anteriores pueden parecer alarmantes, yo no me preocuparía en exceso. La probabilidad de que se produzca un impacto en los próximos 100 años de un cometa o asteroide de menos de 10 km de diámetro es de una en 120.000. Y con los mayores de 10 km, el riesgo es aún menor: la probabilidad es inferior a una en 150 millones.

Los supervolcanes tienen más peligro. Se estima que la probabilidad de que se produzca una erupción como la de Yellowstone en el próximo siglo es de una en 200, y la de que explote un supervolcán como Toba, de una en 800. Ninguno de esos peligros ha conseguido quitarme el sueño.