A imagen de Angela Merkel con lágrimas en los ojos por las víctimas de la pandemia en Alemania ha movido a reparar en el modo en que se gestiona la crisis allí. El gran titular es el cierre de la hostelería y el comercio en Navidad. La letra pequeña es cómo pueden permitírselo: por su ecuación de recursos y gasto. A los negocios se les paga del erario público el 75% de los ingresos mensuales del año anterior por seguir cerrados. Un dinero solidario de todos los alemanes, que son los que pagan sus impuestos y el coste de la deuda. Ocurre que la deuda alemana es un 61% de su PIB y prestarle dinero no les supone pagar intereses, por la seguridad de su economía. Si uno se endeuda en gasto corriente ya debe más de lo que vale (como Italia o España, más del 100% de deuda). Sin hablar de que el PIB alemán per cápita le saca un trecho al español: crean más riqueza. La economía alemana tiene sus palancas en la innovación y la productividad. El erario público, también. Porque, al contrario del debate fiscal de aquí, allí el tipo nominal a los beneficios de las empresas es menor (15% frente a 24%) y el de la renta se paga desde 9.200 € de ingreso (12.000 aquí). El 61% de los empleados trabaja más de 40 horas semanales; solo el 16% trabaja una jornada completa de 35 a 39 horas. Envidiamos su nivel de paro y umbral de pobreza o su gasto social pero ¿se puede ser Alemania sin producir como Alemania?