OY entramos en la Fase 1 de la desescalada y, como aviso de navegantes hay que decir que el riesgo de relajar costumbres está ahí. Somos una especie bastante dejada cuando se trata de aplicarnos rigor a nosotros mismos. Nos suele salir mejor cuando se lo exigimos a los demás. Ahí somos más consecuentes. Pongamos como ejemplo la diputación permanente del viernes en el Parlamento Vasco. El lehendakari llegó con el arsenal de datos que acostumbra y, cuando te bombardea con la contundencia de las cifras, el único mecanismo de defensa es cerrar los ojos o sacar tu propia batería de cifras alternativas. En las réplicas no hubo cifras. Ni ojos. Allí se escuchó reprochar al lehendakari electoralismo (PP) -no al gobierno, cuidadín, que el candidato no es "el gobierno" sino Iñigo Urkullu-; que dispute protagonismo al Gobierno español en lugar de asumir el estado de alarma salvador -esta fue muy buena en boca de un Podemos/IU que de pronto ha descubierto las virtudes del sucursalismo, que te libera de acuñar discurso propio-; y desde Bildu, "echar por tierra lo conseguido" -no se sabe por quién- en lugar de sentar a una mesa/escaparate a una veintena de partidos, sindicatos y asociaciones, con la utilidad acreditada de esa fórmula. Pero nadie fue consecuente para decir a la ciudadanía que no entre en Fase 1. Pues tan mal no estaremos; o son unos irresponsables.