POR mucho que queden un par de asaltos de la legislatura vasca hasta que se convoquen elecciones el próximo año, las maquinarias de algunos partidos llevan meses orientadas en esa dirección. La prevención es virtud hasta que se interpone en la acción política y la supedita al escenario electoral. A EH Bildu le está pasando y los debates políticos se le han vuelto instrumentales de su estrategia de movilización y construcción de relato ante las urnas. Se hizo evidente en mayo pasado, cuando los trabajos de la ponencia de nuevo estatus los convirtió Arnaldo Otegi en objeto de mitin electoral de las elecciones municipales. Fue su desmarque, que después se materializaría oficialmente con la elaboración de su propio articulado casi medio año antes de que concluyan hoy los trabajos de la comisión de expertos. El martes, la coalición reprodujo la estrategia con una propuesta presupuestaria sin valoración económica, construida sobre los elementos que propiciaron la ruptura del diálogo para los anteriores presupuestos y cuyo enunciado es, en la práctica, una sucesión de eslóganes sobre los que montar no la arenga a las bases para su movilización; dos días después, gesto manso a Chivite en Nafarroa, cuyas políticas sociales están por hacer. La maquinaria de todos los partidos está ya caliente con la intuición de que a la legislatura vasca no le queda más de medio año, pero aún hay consensos posibles antes de fin de año y situarse de perfil ante ellos es más una necesidad de quien ha quedado descolgado. El presupuesto y el nuevo estatus no son prioridades de EH Bildu ni PP porque son ejes de su próxima campaña. El resto de fuerzas pueden decidir aún si les dan una victoria o una lección.