ES un poco tramposo gritar “ya os avisé” cuando sobreviene la tragedia. Pero quizá callar sea una trampa aún mayor. Tomo prestado el trabajo de un compañero de esta casa que ha identificado hasta media docena de inundaciones en el pasado que han azotado las mismas zonas del Levante peninsular que ahora se ahogan. Todas con coste de vidas; muchas, con la cuenca del río Segura anegada por desbordamiento de su cauce. Y todas ellas durante el periodo democrático y las instituciones políticas locales y estatales plenamente asentadas. Probablemente no hay desgracia que se pueda prevenir al 100%. En Euskadi ya tuvimos en el pasado nuestras dosis de tragedia por agua desbocada. Las canalizaciones, dragados y tanques de tormentas acometidas no nos liberan de mojarnos los pies aquí. Pero allí, la acción política de los responsables que tuvieron en sus manos la seguridad de los ciudadanos en las últimas décadas priorizó la celebración de la Copa América, la construcción de un aeropuerto semivacío o la celebración del Gran Premio de Europa de Fórmula 1, por poner tres ejemplos. A estos responsables políticos los ratificó la ciudadanía levantina en Murcia y Valencia, lo que no exculpa pero sí propicia la catarsis colectiva. Sí, ya sé que la gota fría alcanzaba ayer tarde también al levante andaluz. Igual me da, esto no va de siglas. Cuando la inversión pública en “ahora mismo necesito un titular” se impone a la de “gastemos en bienestar aunque no salga en la tele” algo pierde de utilidad en la función pública. No es cuestión de buscar culpables de las vidas perdidas. Bastaría con hallar a quienes eviten que se pierdan más.