YA lo dejó dicho aquel alumno aventajado de Nicolás Maquiavelo que ha sido siempre Alfonso Guerra: “El que se mueve, no sale en la foto”. Eran los tiempos en los que de sus dedos pendían los hilos de todo el aparato socialista. Luego llegó el escándalo filial y fueron cortándose esos hilos hasta quedar alzado solo su dedo corazón, que le dedica sistemáticamente a Pedro Sánchez sin que se les mueva una ceja a ninguno de los dos. En el PP de Bizkaia han sublimado ese principio de jerarquía interna en los partidos políticos y lo han elevado a la siguiente potencia: el que no se mueve, tampoco. La criba realizada por Raquel González para hacerse hueco en la candidatura a la alcaldía de Bilbao ha laminado a todos los concejales en fondo -no repiten- y forma -ni les hablan-. No tiene nada de raro que la nueva presidenta del PP en Bizkaia quiera componer unas listas a su imagen y semejanza pero, de lo que no tiene pinta este PP de Alfonso Alonso y Raquel González es de que quiera una integración de sensibilidades. Sí, este PP también tiene varias almas. La impresión que transmite es que le sobran las de quienes, en el pasado, quisieron ganar la calle flexibilizando el discurso. El toque de corneta aprieta las filas y, de la noche a la mañana, un buen número de los que estaban dispuestos a formar a las órdenes del nuevo tiempo se han quedado fuera porque el patio de armas se achica cada vez más -la previsión de cargos públicos del PP en Euskadi va aún más a la baja en las encuestas-. Que nadie quede atrás, dicen los marines. Pero este PP desfila a 160 pasos por minuto -como la legión- y va abandonando a sus heridos por el camino.