Los perros y los gatos ya no se llevan tan mal, en general. Será una de las consecuencias de esa “humanización” de las mascotas. Ahora los que no se ajuntan, como se decía antes, son los dueños -con perdón- de los animales domésticos y quienes no entienden ese amor, cariño o lo que sea por su can o su felino u otros seres sintientes -¿no siente una rata reventada por el veneno o una patada?- que tienen algunos, cada vez más, de sus convecinos. La convivencia no es tan complicada pero requiere de empatía por todas las partes. El endurecimiento de las normas traerá batallas aún más duras.
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