Desde niños nos enseñan a equilibrar los ingresos con los gastos. Cuando se reciben las primeras asignaciones económicas para pasar un finde aprendemos que se debe elegir. Tenemos unos recursos escasos (la paga) en contraposición con las inmensas posibilidades que tenemos de comprar bienes y servicios. Es la primera lección de la ciencia económica: por eso se le llama la “ciencia lúgubre”. Nuestros deseos y necesidades son muy superiores a la capacidad que tenemos de adquirirlos, con la excepción de esos multimillonarios que llegan a desconocer la magnitud de su cuenta corriente. Para administrarnos mejor, debemos conocer tres aspectos de nuestro sistema económico. En primer lugar, está adaptado para generar deseos que se conviertan en necesidades. Así las empresas logran un cliente para toda la vida. En segundo lugar, crea incentivos para que compremos. Así hay dinamismo y crecimiento. En tercer lugar, está adaptado para consumir cuanto antes. Ya. Así pedimos prestado y los bancos tienen seguro su negocio. Ahora bien, ¿por qué no montar uno? Es un tema que llama a la reflexión. Supongamos que nos toca una lotería de 500 millones de euros. Con ese dinero podemos montar hoteles, concesionarios, fábricas, lavanderías, todo lo que deseemos... menos bancos. ¿Por qué?

Hay también tres enfoques diferentes para analizar los ingresos y los gastos. En primer lugar, está el caso empresarial. El objetivo es obvio: tener beneficios. Se trata de generar riqueza de tal forma que la cantidad de dinero que el consumidor está dispuesto a pagar por un bien o servicio sea superior a su coste. No analizaremos este caso. En segundo lugar, está el caso personal o familiar. El objetivo es también que los ingresos superen a los gastos para crear un excedente con una referencia estándar (por ejemplo, un 10%) de manera que se realicen inversiones financieras y tengamos un fondo de reserva para atender imprevistos (como un arreglo en la boca o una avería en la caldera) aunque lo ideal es crear un ahorro que nos permita una inversión real (piso para alquilar) o un capricho (un viaje al Caribe o un coche de última gama). 

La evolución del gasto personal nos permite evaluar tendencias. Si valoramos la evolución entre los años 2006 y 2023 podemos analizar cuestiones curiosas. El vino se he estancado (de 87 a 83 euros). La cerveza se ha disparado (47 a 79 euros). El tabaco ha bajado (321 a 195 euros). Debate interesante: ¿merece la pena promover el consumo del producto de nuestra comunidad, como por ejemplo las bodegas de la zona?

Llama la atención, también, el análisis de la cultura. La venta de libros ha bajado de 143 a 66 euros, más de la mitad. La prensa de 213 euros a 67, es decir, hoy en día se compra menos de la tercera parte de antes. Es un número muy preocupante. Prendas de vestir, limpieza, reparación y alquiler han pasado de 1.565 euros a 1.045. ¿Quiere eso decir que se prefiere comprar menos ropa para poder usarla durante más tiempo? Otra opción es que parte de ese gasto se traslade a perfumería, cosméticos o similares. 

Son las sorpresas de la economía. Es muy intuitivo ver que si sube la carne de pollo la vamos a sustituir por algo semejante, como la carne de cerdo. No lo es tanto que la ropa sea sustituida por productos de belleza. 

Ahora bien, debemos ser muy cuidadosos al analizar los datos. Es de suponer que las cantidades de dinero estarán en términos reales: es la forma de no tener en cuenta el efecto de la inflación. También podría ocurrir que parte del gasto en prensa sea sustituida por informarse en Internet, y ese enfoque no pueda valorarse. 

En definitiva, debemos reflexionar a la hora de realizar nuestros gastos. Una teoría que nos ayuda es la del dinero feliz y el dinero infeliz. El primero circula con gratitud, el segundo con disgusto (quizás lo hemos recibido por un trabajo que no nos gusta o lo hemos gastado en una adicción).

No parece existir mucha reflexión cuando se valora el tercer enfoque: el de la administración pública. Es extraña la existencia de un gran debate acerca de la subida o bajada de impuestos, es decir, los ingresos, y por otro lado lo poco que se comentan las partidas del gasto público. En Navarra dicho gasto ha crecido un 70% en diez años: el gobierno foral ha pasado de un presupuesto de 3.500 millones de euros en 2015 a otro de 6.000 millones en 2024. Es una barbaridad. ¿Ha mejorado la calidad de los servicios públicos en la misma proporción? 

Lo bueno: se ha reducido la deuda pública. Lo malo: en Navarra, por ejemplo, tenemos 242.471 de personas que reciben todos sus ingresos de la administración y 264.000 que trabajan en el sector privado. De ellos, son autónomos 47.000.

En fin, hagan números. Ingresos, gastos.