Tiene escaso sentido la celebración del día dedicado a actividades del ser humano, como el día de la madre, día de la flauta travesera o día de la radiodifusión, o radio simplemente como pequeño medio de comunicación, que una vez al año recibe los análisis de los estudiosos. Nuestra sociedad tiene una compleja red de sistemas de comunicación, todos ellos de relativa complejidad. La radio es la hermana menor de este planeta de los media que acercan la sociedad a la realidad y convierten a prensa, tele, radio y redes sociales, en puntales del aparato mediático contemporáneo presente en todas las colectividades con mayor o menor desarrollo. Recordar una vez al año que la radio tiene pálpito, vigencia y creatividad es reconocer la existencia de un medio vivo y directo. La radio, con sus esquemas técnicos, sistemas creativos y de innovación y variedad de propietarios, es un medio apoyado en una simplicidad constructiva, la voz hace la radio y la radio es voz, en un juego activo a lo largo de días, meses y años, un sinfín que no acabará nunca. La radio se apagará cuando la humanidad dé el último latido y emisores y receptores dejen de jugar en el diverso campo de la radiodifusión. La radio de nuestros días y la modernidad de un aparato tan pequeño e insignificante en base a la creación del transistor, pequeño invento que potenció el consumo y la ampliación del juego comunicativo. Una vez al año, la radio ocupa el tiempo de los medios, y su recuerdo empuja los días del calendario con persistencia. No es cosa menor reconocer que la radio forma parte de nuestro existir, y que gracias a su pluriforme presencia, el vivir de la sociedad se construye como campo de actuación humana. Una vez al año, no hace daño. Así de simplón.