El fenómeno de la Revolución Francesa abre un período del que somos herederos y en el que los políticos desarrollan constituciones, partidos y sistemas electorales que son el entramado básico de las sociedades democráticas de nuestro tiempo. Numerosos países europeos adoptan la forma política de democracias liberales, que suponen un período de libertad, participación política y medios de comunicación que alimentan el juego de la vida democrática en un proceso que se asienta y fortaleza como género de vida y aspiración social y política. Principios como división de poderes, participación individual, aparición de partidos políticos son mecanismos de desarrollo ciudadano al servicio de los individuos en cada caso peculiar ligados a las coyunturas de Occidente como ejemplo y aspiración de libertad y bienestar. En este desarrollo histórico cabalgante y maduro no puede despreciarse el papel de los medios y la presencia de estos en el crecimiento y madurez de las democracias. Es una evidencia reconocer que la vida política se desarrolla en la dinámica enriquecedora de los partidos, las ideologías, y los medios que juegan a favor de los modelos y contenidos de cada democracia. Es una realidad que no se pueden construir dinámicas y estructuras políticas sin contar con medios, periódicos, emisoras de radio y canales de tele al servicio de los planteamientos electorales, con la incorporación a esta pelea de las redes sociales. Esta realidad tramposa, maniquea y chocante entre libertad de expresión y sometimiento a los los intereses partidistas esconden la pelea entre servir a los intereses de los electores y las exigencias de los consumidores de medios, que funcionan como maquinarias para ganar la opinión pública y política en cada cita electoral.