EL cierre del mercado de fichajes deja un par de temas colgando en el seno del Athletic. De una parte está la confirmación de que Asier Villalibre se queda en la plantilla a pesar de que Gaizka Garitano dejó claro al comienzo de verano que no contaba con él para la presente temporada. Por lo visto no ha habido manera de encontrarle un destino para que jugase en calidad de cedido, lo cual supone que podría permanecer inédito en principio durante casi cinco meses, hasta la apertura del mercado invernal. Pero esta sería solo la consecuencia más evidente. Habría que valorar, sin conocer qué sucederá de aquí a mayo, lo que este frenazo en seco supone en la ya de por sí accidentada carrera del jugador que pronto cumplirá 22 años.

Juzgar el caso es delicado porque faltan datos. Es obvio que la operación que interesaba realizar se ha truncado, pero quién sabe cómo se ha gestionado, cuáles han sido los impedimentos reales para que Villalibre pudiera seguir creciendo luciendo otra camiseta de forma pasajera. Cierto es asimismo que no se trata de un futbolista cualquiera por la demarcación que ocupa y sabiendo que Aritz Aduriz está ya en la antesala de su despedida. Algunos jóvenes sí que han hallado acomodo en equipos de Segunda A, pero si hubiese que elegir el que urgía colocar era precisamente Villalibre. Un chico que se propuso y logró superar una serie de episodios complicados que cuestionaban su capacidad ofreciendo el año pasado un notable servicio en el filial, lo que le valió para que el club le renovase para varios años. Pocos meses después de firmar en Ibaigane, Villalibre posee motivos para sentirse frustrado. Cabe entender que Garitano no le vea preparado aún para ser parte del grupo y que para evitar que se tire el curso en blanco abogue por su salida. Cuesta más entender que la recomendación del técnico caiga en saco roto.

El segundo tema lleva el nombre de Unai Núñez. Aquí vuelve a pesar el criterio de Garitano, y es muy legítimo que prefiera a Yeray en la titularidad. Si en su dibujo cupiesen tres centrales no habría problema, pero al utilizar solo dos Núñez chupa mucho banquillo, demasiado para un jugador que lo ha hecho bien desde que subiera con José Ángel Ziganda. Tan bien que hasta se lo reconoce el seleccionador español, que no repara en el escalafón de centrales que rige en el Athletic. Esto último sería anecdótico si no fuera porque tras atar a Yeray, al parecer la directiva no ha podido seducir a Núñez.

Será porque no juega con asiduidad, será porque la propuesta económica no es de su agrado o por ambas cuestiones a la vez, que Núñez sigue con el contrato que acordó al dejar el filial y que le vincula hasta 2023. Desde la óptica del Athletic, que desea disponer del jugador, el punto débil del caso radica en la cuantía de la cláusula. En el mercado actual, 30 millones no es un precio disuasorio y se quiera o no Núñez está en el escaparate aunque luzca poco en el equipo.

La reflexión aplicada al caso de Villalibre vale para el de Núñez: faltan datos, la información que manejan las personas que negocian no ha trascendido y si lo hace es de manera sesgada. Por ejemplo, aseguran que el central se ha subido a la parra. Acaso sea verdad, pero acaso porque es consciente de que alguien puede venir a buscarle hoy o mañana. Con lo que vale no resultaría tan sorprendente como se ha afirmado desde el club.