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Ni exaltación ni culebrón

Ni exaltación ni culebrón

LA tentación de agarrarse a un asunto y estirarlo hasta la extenuación es típica del estío. Las serpientes de verano tienen la dimensión que le dé quien las agita. Aunque hay asuntos que no merecen el calificativo de tal ni que se aproveche de ellos con ese efecto. El de los recibimientos a los presos de ETA tras su salida de prisión exige una reflexión menos superficial que la que suele acompañar a una serpiente de verano. Hay dos conceptos que se han puesto sobre la mesa con igual desacierto estos días y un tercero que brilla por su ausencia en algunas consideraciones. Los primeros son normalidad y prohibición; el tercero, ética. La prohibición preventiva es un modo de censura, con predisposición contraria al derecho a la libre expresión. Por otro lado, ni aporta normalidad, como pretendió la portavoz de EH Bildu en Nafarroa, Bakartxo Ruiz, ni suma convivencia una kalejira o una recepción que en la práctica constituye una exhibición pública -y así lo entendió también ayer implícitamente el Foro Social-. En el ámbito privado, una madre, una hija o un hermano tienen todo el derecho a recibir y mostrar su cariño a quien lo tiene, con independencia de otras circunstancias. El vínculo emocional va por su lado. Pero la exaltación pública tiene que ver con la figura del preso, con las circunstancias que le han llevado a prisión y que le distinguen, en el imaginario colectivo de su entorno sociopolítico, de otro delincuente. Para ello se renuncia a la ética sobre las acciones del expreso de ETA de un modo que no se haría con un violador o con el asesino de su pareja. Ninguno de los tres es ejemplo de convivencia.