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2018: Sonrisas y 2019: Sudor frío

Punto final al ejercicio 2018. Tiempo, por tanto, para cerrar la puerta de los balances y abrir la ventana de las previsiones. Unos y otras aturden cuando llegan envueltas en contabilidades políticas y promesas electorales. Hablando de balance, es el contraste entre historia y lírica, entre objetividad y política o, como decía Aristóteles, entre prosa y poesía, porque “la diferencia reside en que la prosa relata lo que ha sucedido y la poesía lo que podría haber acontecido”. Y otro tanto puede decirse en la distancia existente entre previsiones y promesas, máxime en un año, como el que se inicia mañana que tiene marcadas en mayo tres citas electorales (o más).

Hechas las presentaciones, tratemos de ser prosaicos para poner en valor lo sucedido en un ejercicio que mantiene el ciclo expansivo macroeconómico, dejando datos positivos y síntomas preocupantes en la economía real. Es decir, la doméstica, la cercana, la que mide y valora factores como empleo, consumo y bienestar. En este contexto, 2018 comenzó y termina con la empresa vasca CAF como protagonista. Hace doce meses el Gobierno vasco, a través del Instituto Vasco de Finanzas, tomaba una participación del 1,24 en el capital de la citada empresa mediante una inversión cercana a los 15 millones de euros. El pasado jueves llegaba la noticia de una ampliación por 400 millones de euros del contrato vigente con el operador holandés Nederlandse Spoorwegen (NS) una de las empresas líderes de ferrocarriles de Europa.

Es uno de los mayores contratos obtenidos por CAF a nivel internacional, pero no es el único de los obtenidos a lo largo de 2018, ya que su cartera de pedidos se ha incrementado en más de 2.500 millones de euros, ascendiendo, al cierre del tercer trimestre, a 6.246 millones de euros. Todo ello ha permitido que su cotización en Bolsa se revalorice más de un 8%. Porcentaje que también es aplicable en la citada inversión del Gobierno vasco que, como decía el lehendakari Urkullu hace un año, no es un chaleco salvavidas para empresas en crisis, sino que pretenden reforzar la singladura de empresas con futuro.

Empleo. Otro dato positivo en la economía vasca reside en la creación de empleo. Según Confebask, en 2018 se han firmado en Euskadi casi 90.000 contratos indefinidos. Récord histórico, 12.000 más que en 2007, antes de la crisis, en palabras del presidente de la patronal, Roberto Larrañaga, quien señaló “Nadie lo pone en valor, pero está ahí”, añadiendo que en las empresas privadas vascas el 73% de los trabajadores tiene un contrato indefinido. En sus previsiones (no sabemos si es prosa o poesía) espera que 2019 termine el año con 976.000 afiliaciones a la Seguridad Social de manera que se recuperará la cifra récord registrada antes de la crisis.

Claro que, por otra parte, la patronal vasca también señala que la principal preocupación de las empresas vascas es la dificultad para encontrar personal cualificado. Es este un tema recurrente que se puede agravar en los próximos años, ya que el sector industrial, motor de la economía vasca necesita de personas con una preparación adecuada, como también lo necesita (y aquí cambiamos de escenario) la economía alemana que busca mano de obra cualificada, dentro y fuera de la UE para paliar la acuciante falta de trabajadores cualificados, cifrada en 1,2 millones de empleos.

INCERTIDUMBRE GLOBAL. Y, hablando de Alemania, una noticia inquietante, ya que el PIB de la locomotora europea ha registrado un descenso del 0,2% en el tercer trimestre de 2018. Una contracción que no se consignaba desde hace tres años y entre las causas se señala el frenazo en la automoción con la entrada en vigor de la nueva normativa de homologaciones WLTP, en un país que cuenta con una potente industria del motor, así como la bajada de las exportaciones por la guerra comercial desatada por Trump.

Y, mirando en ese previsible escenario europeo, no podemos olvidar que entramos en un año en el que el BCE cerrará el grifo de los estímulos monetarios, así como el incierto desenlace del Brexit. Todo ello aderezado por la volatilidad en el precio del petróleo que experimentó una subida del 23% en los nueve primeros meses del año y un descenso del 37% el último trimestre.

En resumen, podemos esbozar una prudente sonrisa al cerrar la puerta de 2018, pero nos invade un sudor frío ante lo que se vislumbra por la ventana que deja entrar las primeras luces de 2019.