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Las consecuencias políticas de las crisis financieras

Las consecuencias políticas de las crisis financieras

el perfil de los acontecimientos políticos que suceden a una crisis financiera es bastante predecible, tal y como ha mostrado un análisis realizado a partir de la historia política de 20 estados democráticos en el periodo que va de 1870 a 2014. En el estudio han recopilado datos procedentes de más de 800 elecciones, 100 crisis financieras -tanto de ámbito internacional como nacional- e información cuantitativa relativa a manifestaciones, algaradas violentas y huelgas generales.

La consecuencia política más clara de las crisis financieras analizadas es que los partidos de extrema derecha mejoraron sus resultados en un 30%, en promedio, durante los siguientes cinco años. Las subidas fueron especialmente pronunciadas tras las crisis iniciadas en 1929 y 2008. El fenómeno se produce también cuando las crisis son de ámbito regional, como ocurrió con la escandinava de principios de los noventa del siglo pasado. Curiosamente, los partidos de extrema izquierda no se benefician en una medida similar.

La segunda consecuencia política más notoria de las crisis financieras es el aumento de la fragmentación parlamentaria. Sube el número de partidos en el parlamento. Y a la vez, disminuye el apoyo de que goza la mayoría gubernamental en la misma medida que aumenta la fuerza de la oposición. Los partidos o coaliciones tradicionalmente mayoritarios pierden fuerza y les resulta muy difícil conformar mayorías de gobierno. Además de las consecuencias electorales, también se producen otros fenómenos de carácter político tras desencadenarse una crisis financiera: casi se triplican las manifestaciones contra el gobierno, el número de algaradas violentas se duplica y la frecuencia de las huelgas generales aumenta un 30% al menos. Por todo ello, es más difícil gobernar.

Ahora bien, los efectos no suelen ser muy duraderos. Los años más afectados son los cinco que siguen a la crisis, y al cabo de diez años tanto la fuerza de la extrema derecha como el apoyo parlamentario del gobierno vuelven a sus niveles anteriores, incluso aunque se mantenga una mayor fragmentación en el parlamento.

Curiosamente, las crisis económicas de otra naturaleza (recesiones no ligadas a una crisis financiera) no surten efectos políticos tan marcados. No está claro a qué obedece esa diferencia. Podría deberse al hecho de que las crisis financieras se perciben como el resultado de fallos políticos o de decisiones que han favorecido a una minoría de privilegiados, y no como la consecuencia de acontecimientos externos al propio sistema político, como guerras o subidas del precio del petróleo, por ejemplo. También podría obedecer a que las crisis financieras quizás tengan repercusiones sociales más graves que las de las otras crisis: podría ocurrir que los conflictos entre deudores y acreedores generen una mayor desigualdad. Y quizás pueda deberse también a que las crisis financieras suelen venir acompañadas por el rescate de los bancos quebrados, una medida que suele generar rechazo popular.

Basándose en las conclusiones de este estudio empírico hay quien cree que pronto se disiparán las consecuencias políticas de la crisis de 2008, puesto que ya han pasado diez años desde entonces. Otros no lo ven tan claro, porque entre 1950 y 1970, aproximadamente, votaban el 80% de los europeos que podían hacerlo. Y sin embargo, desde 1970 no ha dejado de bajar ese porcentaje: ahora es del 65%. Entre tanto, la extrema derecha no ha dejado de crecer. En otras palabras, bien podría ocurrir que, además de las alteraciones que las crisis financieras provocan a corto plazo en los sistemas políticos, los europeos estemos experimentando en el último medio siglo una apatía electoral creciente, acompañada por la pujanza de la extrema derecha. Resulta, sin duda, inquietante.