PEnsé, President, que era un bulo festivo la noticia de que pretendes querellarte contra Ana Rosa Quintana, campeona de la telebasura y patrona de toda tragedia de usar y tirar. Y aún me cuesta creer que vayas en serio a emprender acciones judiciales por la difusión de los mensajes privados que cruzaste con el exconseller Comín y que Telecinco, en alevosa violación de vuestra intimidad, difundió a finales de enero, revelando que te sentías “sacrificado” y que “esto se ha terminado” en referencia al procés. No, mi admirado Puigdemont, no puedes abrir ese frente de menor cuantía y dar relevancia política a quien ha actuado, como tantos otros centinelas de la tele y muchos medios, incluso aquellos que teníamos por serios, al servicio del Estado para desacreditar el soberanismo catalán, a sus votantes y líderes. No vale un triste pleito esa señora.

A ver, Carles, tú eres periodista. Y sabes con qué cálculo fascista se está actuando en la información y la fiereza y malas artes utilizadas para tergiversar la verdad, engañando hasta el escarnio, destruyendo sin piedad a personas e instituciones y humillando a un pueblo con la saña que los vascos conocimos en otra época. De esta estrategia de demolición ideológica y humana habrá que hacer un estudio exhaustivo cuando se recupere la normalidad y la vergüenza, para evaluar el ignominioso trato dado por España a tu país. Como se analizará la degradación de la justicia. No debes hacer lo que Cifuentes, que amenaza con llevar a los tribunales al mensajero de su dudoso máster.

De Ana Rosa ya conocíamos su calaña moral tras haber plagiado suciamente a Ángeles Mastretta y Danielle Steel para su novela Sabor a hiel, delito que la editorial resolvió con dinero y arrojando al fuego aquel libro deshonroso. Déjala, President, con sus trampas y frivolidad a cuestas. No merece la pena. Esto va más allá de Catalunya, es la libertad. La protección de la privacidad frente al pillaje llevará tiempo, porque nuestros secretos buscan estar a salvo de intrigas y miradas. T’estimem.