CUANDO la televisión echa la vista atrás para encontrar lo que no alcanza su talento surgen productos como Nos importa, reedición desaliñada de La clave adonde se iba a escuchar y hablar con criterio. Su estreno en Antena 3, además de saldarse con un desastre de audiencia (6,5% y 800.000 espectadores), y hacerle el gran favor a Bertín y su charla deprimente con la pija Tamara Falcó, fue la demostración de lo adictivo de la nostalgia y lo indigesto de la comida recalentada en el microondas de la mediocridad. En esa cadena tienen fijación con el programa de Balbín. Lo rescataron del vertedero al que TVE y Felipe González lo arrojaron en 1985 en el contexto del referéndum sobre la OTAN y lo sostuvieron de 1990 hasta su muerte, por decrepitud, tres años después.

La diferencia entre La clave y Nos importa, aparte del tiempo transcurrido y la evolución de los gustos de la gente, es que el primero era un debate con película y el segundo es cine con coloquio. ¿Quién está dispuesto de madrugada a atender una discusión después de ver una historia -Desconexión- que prácticamente lo decía todo, a favor y en contra, de las redes sociales? Ni eran horas para eso ni el tema daba más de sí. Esther Vaquero, haciendo de superficial Balbín, sentó a seis interlocutores para que soltaran tópicos hasta el aburrimiento. ¿Quién teme de verdad a Facebook y Twitter, molinos de viento y no gigantes? Deberían analizar lo mucho que ha progresado la polémica sobre las drogas y el alcoholismo, que ha prescindido del tremendismo, un argumento para pusilánimes. Solo tenemos un problema de madurez.

En fin, que Nos importa casi no importa y es seguro que no volverá a la pantalla. Esa misma noche, El Corte Inglés declaraba el fin de este invierno y, con un anuncio jipi y colorista, lanzaba su feliz mensaje ritual, algo adelantado: Ya es primavera.