De Risto y de listo. El diseñador de moda Lorenzo Caprile es el último de los personajes al que la tele transforma y envilece. Metido en el impostado papel de juez del nuevo concurso-reality Maestros de la Costura, en TVE, se olvidó de quién era, de su categoría profesional y qué función debería tener ante los aspirantes a sastres y sastras. Fue maleducado, insolente y grosero con los doce hombres y mujeres que acudieron al programa con todas sus ilusiones y humildad a cuestas en busca de una oportunidad, eso que nos ennoblece como especie y por lo que nos juzgarán. Tomó como patrón a Risto Mejide, el hombre que más daño ha causado a quienes poseen corazón de artista, de lo que ahora el creador de anuncios se arrepiente, solo un poco. Risto fabricó en su día una máquina de ensañamiento cruel. Y estas son sus secuelas y sus imitadores.

¡Ah, así es la televisión! No hay lugar para el trato amable y la compasión. Es la guerra y hay que ajustarse al modelo dramático de ganadores y perdedores del liberalismo salvaje y darwiniano, que emula a los depredadores. Quizás por esta carencia de empatía del jurado, compuesto por el severo Caprile, María Escoté y Alejandro García Palomo, el estreno del traje a medida fue discreto, con 2.350.000 espectadores, mucho menos de lo esperado. El trío de diseñadores negó el respeto debido a los participantes, ante la tolerancia de la hierática Raquel Sánchez Silva, que eludió poner un contrapunto de cariño en el reparto de bofetadas. Y en su deseo de una talla más grande, la sastrería cerró pasada la una de la noche, algo paradójico en una cadena pública que preconiza el adelanto del cierre del prime time.

Quizás Caprile haya visto la película El hilo invisible, candidata a los principales Oscar de este año. Trata de un famoso modisto londinense -inspirado en el vasco Balenciaga- genial, misógino y atacado por Edipo y su complejo. Fascinado por la dulce Alma, ésta le indica el camino a seguir en el amor: “Hagas lo que hagas, hazlo con cuidado”. Pues eso, Caprile, vaya con elegancia.