POR más que le demos vueltas, el del sábado es un partido más de los que te tocan ante el Real Madrid o el Barcelona. Juegas por encima de tus posibilidades en lo físico, pones todo el corazón del mundo, pero la evidencia hace que hinques la rodilla. Es muy complicado sumar frente a estos dos grandes. Todo lo que sea sacar algo es ya motivo de celebración. Juegan con el tiempo del partido como ellos quieren y, sabedores de su nivel, apuran sus opciones escogiendo los momentos. Su pegada es tan grande que les basta hacer muy poco para llevarse el botín.
El Athletic no estuvo mal. Hizo a día de hoy lo que sabe y se entregó ante una grada que empezó muy animada, pero que se fue apagando, sobre todo tras el segundo de los de Zidane. Valverde quiso reforzar las bandas con Williams y Lekue y no le fue del todo mal. Iñaki en ataque le superó a Marcelo, más problemas tuvo Iñigo que acabo con la gasolina en reserva y tuvo que ser sustituido. Fueron 90 minutos de intensidad en los que nadie se dejó nada. Cero reproches a la actitud y a la propuesta.
El fin de semana que viene no tenemos partido. Se suele decir que en función del momento viene bien o mal. Para el Athletic, por lo menos para mí, llega en mal momento. El equipo empieza a enchufarse y no estaría nada mal continuar con la buena marcha que parece ha cogido ahora. Como no queda más remedio, por lo menos que descansen y cojan el aire necesario para el desenlace del campeonato.
El Madrid y el Barca ya han pasado y la vida y el fútbol continúan, al igual que la necesidad de cerrar la liga de la mejor manera posible para optar a los puestos europeos. Ese es el objetivo. Nos hemos acostumbrado a lo bueno y por pedir que no quede.