la organización terrorista somalí Al Shabab, vinculada a Al Qaeda, se está financiando actualmente de la forma más dulce imaginable: Con el contrabando de azúcar.
En realidad, lo correcto sería decir que Al Shabab se financia ahora con el contrabando yendo a medias en este negocio con un sector de las fuerzas armadas kenianas. Porque el contrabando beneficia tanto a los terroristas como a los mandos corruptos del contingente militar keniano que opera en Somalia por mandato de la Unión Africana (UA). Y es que Kenia impone unas tasas aduaneras tan altas a todas las importaciones que el contrabando es uno de los mejores negocios -clandestinos, claro- que se pueden hacer hoy en día en el país.
En todo el tercer mundo -y en grado sumo en África- la ideología es el segundo motor de todas las políticas y guerras: El primero es desde siempre el lucro. Esa primacía del interés material es tanto mayor cuanto más pobre es una región y Somalia (en realidad, todo el Cuerno de África) es una de las zonas más depauperadas del Continente Negro. Prácticamente cualquier posesión es allá un conato de riqueza.
De ahí que las guerrillas que operan en este país se hayan financiado con las cosas más inusitadas (inusitadas desde un punto de vista de occidental) : Carbón -el carbón de leña somalí es de los más apreciados y caros del África Oriental-, marfil, peajes, sin olvidar las rapiñas típicas de las épocas de caos y guerra, cómo la extorsión, secuestros y robos al por mayor. De todas formas, esa pobreza extrema somalí no impide a los terroristas obtener anualmente -según la ONU- cerca de 250 millones de dólares del contrabando de azúcar y que anteriormente el tráfico ilegal de marfil significaba el 40% del presupuesto anual de Al Shabab.
La financiación por contrabando fue un negocio redondo para Al Shabab y sus socios militares hasta que las tropas de la UA echaron a los terroristas de los grandes puertos del país -Kismayo y Barawe- por donde entraba gran parte de las mercancías destinadas a Kenia y otras naciones del África Oriental. Los guerrilleros han tratado de compensar esa merma del gran negocio, cobrando peaje en todas las carreteras que salen de dichas ciudades. La operación resulta muy rentable si se tiene en cuenta que cada semana salen solamente de Kismayo con destino a Kenia 230 camiones de gran tonelaje.