la televisión pública vasca pasa por una mala racha. El 7,8% de ETB-2 y el 2% de ETB-1 en abril son resultados dolorosos para una cadena nacida con una misión de país y obligada a ser la primera en audiencia y afecto. Es su destino. Contra el narcótico de la resignación, el vértigo de no rendirse. Así y todo mantiene la primacía en información para disgusto de Vocento. Es difícil determinar con certeza las causas del desapego de Euskadi hacia su tele. ¿Quizás la radicalidad sindical y tantos años perdidos? ¿O es la dispersión y los recelos que imperan? ¿Y qué pasa con las mujeres de ETB?

Silvia Intxaurrondo, tras la insensata liquidación de ETB hoy y el fiasco de Por fin viernes, ha pasado a presentar reportajes de calidad, como el que vimos el jueves sobre el shaolín asesino. Patricia Gaztañaga regresa a mediodía con Como en casa en ningún sitio, un magazine que, según nos advierten, “no tendrá política”, como si fuera el tifus, mientras Cuatro y laSexta arrollan a esas horas con tertulias políticas. El miedo de ETB es la colonización de la verdad por Bildu en tiempo de debate, pero la solución no es el silencio.

Adela Úcar, otro fichaje de relumbrón, ocupa un triste hueco en el vespertino Sin ir más lejos una vez descubierto El impostor. ¿Por qué Adela González, de lo mejor que tenemos, está exilada en Madrid? ¿Y cómo es que nuestra más creativa reportera, Begoña Zubieta, no está implicada en algún proyecto cercano después del desahucio de la cultura y el diálogo de las mañanas? No es coherente este despilfarro de talento con una mujer, Maite Iturbe, al frente del tinglado.

La tele es un espejo a través del cual la sociedad contempla la realidad exterior e interpreta la suya propia. No es solo una dulce y perpetua evasión. El impulso del cambio en España nació en las pantallas. Necesitamos a ETB inspirando una Euskadi ilusionada. En sus horas más bajas, muy dividida, tiene el compromiso de ser genial. Un lema para este rearme, Maite: si no eres capaz de correr riesgos, intenta al menos andar alguno que otro.