EN la primera media hora del partido el Athletic fue consolidando su dominio sobre el Córdoba, consciente de que se jugaba sus posibilidades de alcanzar la séptima plaza y, en consecuencia, licencia para competir en Europa. Sin embargo, al equipo andaluz le iba la vida en el empeño. Otra cosa que no fuera la victoria le dejaría escaso margen para cambiar su patético sino, el regreso a Segunda División tras un efímero paso por la máxima categoría. De repente se obró la transfiguración. El Athletic se mimetizó en su rival, como un camaleón, y de resultas transcurrió un partido infame, impropio de dos equipos de Primera. Pudo ganar el Córdoba, pero hay que reconocer que la fatalidad persigue a sus futbolistas con indudable saña. Venció el Athletic gracias a una carambola que llenó de júbilo a Beñat Etxeberria, pues parece que por fin comienza a carburar conforme al mérito que se le adjudicó en el Betis y el coste de su fichaje.

El fenómeno tampoco pilló a la hinchada de improviso. Ha sucedido otras veces: la leyenda del levanta muertos. Como si de las entrañas del equipo rojiblanco brotara un sentimiento de piedad absoluta, de conmiseración hacia la escuálida estampa de un rival que implora caridad en plena agonía. Y ni aún así hubo manera de conjurar su desventura.

Terminada la opereta bufa, el espectro de Joaquín Caparrós asomó sobre el frío escenario para poner cordura a la situación: “Déjate de imagen, amigo... La clasificación, tres puntos y a seguir”. Y en esas continua impertérrito el Athletic, que a lo tonto ha limado otros dos puntos al Málaga, que no pasó del empate frente al Deportivo, otro equipo en situación límite, pero que a diferencia del Córdoba desafía al destino. Por si fuera poco, todos aquellos que porfían con el Athletic en la carrera por la séptima plaza padecieron un evidente estrago. El Celta le hizo sufrir al Real Madrid, pero su arriesgada apuesta (como se nota en Berizzo el magisterio de Marcelo Bielsa), fue contraproducente. Acabó goleado y sigue dos puntos por debajo del Athletic, lo mismo que el Espanyol, aplastado sin contemplaciones por el Barça. El Rayo, que perdió en Sevilla, se queda a tres puntos de los leones, y la Real Sociedad definitivamente dice adiós a sus ínfulas europeas frente al Villarreal, incapaz de pasar del empate en Anoeta.

Silbado por sus seguidores, al equipo txuri-urdin, que únicamente ha sumado dos de los doce últimos puntos disputados, solo le queda una baza para congraciarse con su decepcionada parroquia y atemperar en lo posible la pobre trayectoria que muestra bajo el mando de David Moyes, el carísimo entrenador escocés que para nada ha podido corregir la errática singladura de su antecesor, Jagoba Arrasate. Llega mañana el derbi y desde Donostia recuerdan que la Real lleva tres años sin perder en San Mamés o que el pasado año se llevaron una sabrosa victoria, acontecimiento que para consumo interno alcanza un valor supremo.

Así que el derbi viene con mucha miga, pues el Athletic debe dar otro paso sustancial hacia Europa (Celta y Málaga se enfrentan entre sí el miércoles) y ofrecer sólidos argumentos para preparar con ilusión el éxodo copero hacia Barcelona. Son más de 40.000 los irreductibles socios inscritos para el sorteo de entradas para la final. Sin embargo, los mentideros están salpicados de maledicencias: en realidad, un buen número de estas personas quieren los boletos para mercadear sin escrúpulos con ellos porque, ¿tiene sentido gastarse una pasta gansa para asistir en directo a la crónica de una derrota asegurada? Quienes así piensan carecen del espíritu de la tribu, y desde luego ignoran la raigambre cristiana que impregna nuestra sociedad. O sea, que en el fondo sí creemos en los milagros.

Por si acaso, y para los que tengan dudas de fe, propongo a la dirigencia del club, que tan mal se lo ha montado, anime a los laxos financiando el costoso viaje; ruego extensible a los jugadores, que tan sustanciosas soldadas reciben a costa de sus sufridos incondicionales.

Porque el Barça también va de camaleón. Y se ha mimetizado con su mejor versión, cuando reinaba Guardiola.