LA pasada semana, y bajo el lema “en defensa del empleo”, las centrales sindicales ELA, LAB y ESK reclamaron una política industrial “real” que acabe con la desindustrialización, se base en el empleo y cuente con inversión pública. A esta reivindicación se sumó el reproche hacia el Gobierno vasco, al que acusan de aplicar “políticas de ajuste y hacer propaganda” (considerando como tal el Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación Euskadi 2020), para terminar afirmando que el Ejecutivo de Iñigo Urkullu apoya a la patronal para bajar salarios, promover la rebaja de impuestos a los empresarios y alimentar subvenciones y ayudas para la contratación precaria.

El resumen de peticiones sindicales es el que sigue: “Demandamos una política industrial real, una estrategia para parar la desindustrialización, que se base en el mantenimiento de los puestos de trabajo y en la generación de empleo, y pedimos inversión por parte del sector público”. Ante este emplazamiento sindical al resto de la sociedad vasca, personalizada en nuestro Gobierno, las preguntas que cabe hacerse son básicas: ¿Y ustedes, como fuerzas sindicales, qué proponen y aportan para el logro de este objetivo? ¿Pueden contribuir a favorecer la competitividad de las empresas desde planteamientos en positivo y corresponsables? ¿Quién no lamenta el cierre de empresas? ¿Hay alguien en la sociedad, empezando por el propio empresariado vasco, deseoso de ver finiquitado un proyecto empresarial y caer en la disciplina de la pobreza que caracteriza a sociedades desindustrializadas como la cubana o la venezolana?

La reivindicación sindical en torno al empleo puede estimarse oportuna, y además entronca plenamente en su ámbito de actuación, pero... ¿de verdad cree alguien en este país que, como se afirma por parte del secretario general de ELA, Txiki Muñoz, “no hay más salida que la reivindicación sindical y social para defender las condiciones de trabajo de las personas y sus empleos? ¿De verdad cree alguien que, como se afirmó por el propio sindicato, nuestro sistema vasco responde a un modelo tercermundista, que no apoya la actividad industrial?

Debemos comenzar por reconocer todos, con humildad y menos soberbia corporativa, que nadie tiene la solución mágica para la revitalización del empleo y su configuración como empleo estable y de calidad. Cabría descender al nivel de reproche individualizado, pero para dejar de lado energía negativa podría al menos afirmarse que ni patronal, ni sindicatos, ni gobierno, ni universidades, ni agentes sociales han sido capaces de gestar un clima social capaz de asumir que hemos de sentar un nuevo tiempo en torno a la empresa como motor de riqueza social, una nueva etapa basada en el respeto recíproco y en la ética de las relaciones laborales, poniendo a la persona por encima de cualquier otro factor.

Y en este contexto, y con todo el respeto a la libertad y a la acción sindical, me pregunto a qué viene que desde ELA y LAB se intente volver a darnos lecciones sin proponer verdaderas soluciones a la falta de dinamización de empleo que preocupa a nuestra sociedad vasca, y se limiten una vez más a lo fácil: reivindicar con beligerancia la necesidad de una política industrial “real” y sacudir y derivar la responsabilidad del problema hacia terceros, cuando ambas fuerzas sindicales no terminan de definir su modelo alternativo al actual, y cuando a la vez no son capaces siquiera de sentarse a debatir sobre él y sobre el clima de diálogo social necesario para generar un contexto que facilite y potencie el marco empresarial sin menoscabar los derechos de los trabajadores. Reclamar una nueva política y no sentarse a debatir sobre la misma es, cuando menos, llamativo e incoherente.

No comparto la tesis de que la lucha sindical, la confrontación, la reivindicación, el reproche bajo presión y pancarta, la permanente exigencia, en clave de lucha de clases, de confrontación entre el capital opresor y el obrero sometido a su yugo sea la única manera de salir de este silente desmantelamiento de nuestro tejido industrial.

La labor sindical no puede quedar limitada a la bronca, el enfrentamiento, a la atribución y reparto de papeles maniqueístas donde el empresario es visto como un ser despiadado y avaro que solo piensa en acumular de forma injusta riqueza individual a costa del sudor colectivo de sus trabajadores.

Me niego a simplificar de esta forma anacrónica una visión de la empresa y de las relaciones laborales ya superada y que en nada corresponde al perfil de casi el 100% de nuestras empresas vascas, ajenas al concepto de gran multinacional alejada de sus cercanas preocupaciones sociales.

Frente a lo conocido y previsible discurso añejo del enfrentamiento propongo que salgamos de las trincheras y de la confrontación. No esperemos que la inercia solucione el serio problema que afecta al futuro de nuestro modelo empresarial y social, huyamos de enquistados planteamientos que a nadie favorecen dentro de la empresa, superemos recetas pasadas y obsoletas y trabajemos todos para generar un clima de confianza recíproca dentro de cada empresa donde todos puedan aportar propuestas, coparticipar en gestión y proponer soluciones para ser más competitivos como proyecto empresarial que ponga el acento y el protagonismo en las personas, no en el binomio empresario/trabajador.