Millones y profesionales de la guerra
De las hazañas guerrilleras y las bestialidades de los soldados del Estado Islámico se sabe casi todo, como se sabe que cuenta con decenas de miles de hombres que luchan por este autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadí.
Y también se sabe que es la organización terrorista más rica jamás registrada: a mediados de julio la organización disponía de recursos económicos por valor de más de quinientos millones de dólares. Es una cantidad que supera de largo a la de los “magnates del terror” del Afganistán, los talibán -que llegaron a atesorar 367 millones de dólares- en tanto que la Hizbollah libanesa llegó a un máximo de 295 millones en sus momentos de máximo esplendor.
En cambio, de los comienzos terroristas del Estado islámico se habla muy poco. Y es que hace ocho años, la guerrilla de Bagdadí era una más de las muchas agrupaciones que en los albores de la guerra civil siria luchaban contra el Gobierno de Assad. Su auge militar comenzó con una jugada política del gobierno sirio: establecer un acuerdo de no agresión con Bagdadí -un acuerdo que hoy en día es todo un tratado de cooperación que incluye la venta de electricidad al territorio gubernamental sirio- y abrir las cárceles sirias para que los peores delincuentes pudieran salir de allá si se alistaban en las filas de Bagdadí.
El paso siguiente de este fue establecer las soldadas más altas de toda la revolución siria para los mercenarios y veteranos de otras guerras -desde Chechenia hasta Afganistán- que se les uniera. Con estos hombres comenzaron los primeros éxitos militares, sin que la organización pasara de un protagonismo exclusivamente local : la más temible guerrilla en suelo sirio. Naturalmente, el alistamiento de voluntarios con más pasión que artes militares también prosiguió, aunque estos sirvieran más para espantos y éxitos propagandísticos que para conquistas y destrucciones.
Pero no dejaba de ser eso, una guerrilla de impacto limitado. Fue con la entrada del EI en el Irak cuando la agrupación adquirió estructuras de auténtico ejército gracias a un doble error de los estadounidenses y el penúltimo jefe de Gobierno iraquí, Maliki. Ambos habían “purgado” de la carrera militar a los mandos medios y altos que habían servido en el ejército de Sadam Hussein.
Y han sido estos, enrolados por Bagdadí, los que han sistematizado y optimizado de forma impresionante las habilidades guerrilleras de los mercenarios enrolados en Siria y las estrategias de ataques ultrarrápidos en furgonetas equipadas de armamento ligero y semipesado. Los militares de Sadam Hussein fueron la pieza clave para dotar a EI de un ejército que inquieta ya seriamente a las grandes potencias occidentales.