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La D. O. Segundo Ensanche de Bilbao

No se recolectarán chirimoyas, mangostanes, maracuyás, papayas, carambolas o cualquier otros frutos de esos que crecían en aquella isla bonita a la que cantaba Madonna porque la climatología no da para la fecundación de un Bilbao tropical, pero hay un nosequé aventurero en la construcción de una isla que está llamada a ser la joya de la corona del Bilbao del siglo XXI.

Hablan los gestores y promotores de Zorrotzaurre, un lugar bendecido por los planes urbanísticos de la villa, del Segundo Ensanche de la ciudad. En esa apreciación entra el debate porque antes de ganarle tierra a la ría, Bilbao se la ganó a los montes que lo rodean, "que dan solera y ambiente" dicho sea así por usar el argot utilizado en la letra de la bilbainada clásica. Los barrios de Ametzola y Miribilla fueron, en puridad, la consagración de un progreso a los pies de las montañas mediante la ganancia de una tierra perdida. A esas zonas les cabe el honor, entiendo, de la D. O. Segundo Ensanche de Bilbao.

Sin embargo, ganarle vida alegre a la ría, que tanto marcó nuestra vida dura durante décadas, es una apuesta más llamativa y lujosa. ¿Cómo vencer a las todopoderosas y envenenadas aguas? Parecía un imposible hace apenas nada y hoy es un desafío que está alcance de la mano. La transformación de un Bilbao mineral a un Bilbao acuático es un logro tan singular que ha arrinconado cualquier otro logro urbanístico. Así, se habla del Segundo Ensanche de Bilbao ahora, cuando el milagro de andar sobre las aguas toma forma y la villa inicia esa nueva singladura, tan insólita para nuestros antepasados.

Resignados a la necesidad de ganar espacio, la idea de que una isla nueva emerja de las profundidades cobra fuerza. Sobre todo porque despierta ilusiones, las mismas que impulsaron a los exploradores del viejo mundo o a los escritores de la primera ciencia ficción, al estilo de Julio Verne. ¿Qué porvenir nos espera en una tierra perdida? ¡Quién sabe! Comienza un nuevo capítulo de la novela de nuestras vidas.