Tres partidos más y listo. Así expuesto pudiera parecer que no es gran cosa, pero las matemáticas todavía no garantizan el premio por el que lleva luchando el Athletic desde agosto. O para ser precisos, desde diciembre, mes en que saltó a la cuarta posición, de la que nadie le ha podido apear hasta la fecha. Semejante registro, prácticamente clavado al que estableció en la temporada 2013-14, la última en que sacó billete para la Champions, está ya muy cerca de reeditarse. Con una diferencia: entonces el equipo no tuvo que cargar a sus espaldas con un torneo continental, se pudo centrar en la liga dado que tampoco llegó lejos en la Copa, al caer eliminado en los cuartos de final. Es decir, disputó en total 44 encuentros oficiales; ahora lleva 52, que serán 55.
Y se nota, vaya que sí se nota. La saturación de esfuerzos ha hecho mella en su fútbol, que se ha resentido desde hace un buen puñado de semanas. Ha perdido fluidez en la construcción y, consecuencia de lo anterior, eficacia en ataque, lo cual se traduce en un incremento de la dificultad para sacar adelante los compromisos. La última muestra, el derbi con un Alavés que sobrevive en la categoría con el agua al cuello: los dedos de una mano sobran para contabilizar las oportunidades de marcar generadas por los rojiblancos en una tarde dominada de cabo a rabo.
Este dato tan elocuente se entiende mejor con el repaso de la formación de salida escogida. Que en rigor no respondía a una elección, pues Valverde no tuvo margen para diseñar una delantera diferente a la compuesta por Olabarrieta, Canales, Maroan y Djaló, si quería respetar su dibujo clásico. De cara a los siguientes encuentros, seguro que habrá disponible gente más habitual, como mínimo Berenguer y Sancet, puede que alguno de los Williams y acaso Prados, para que Galarreta o Jauregizar no se vean abocados a sucumbir en el siempre abrupto césped del Coliseum.
Tres partidos más y listo. Merece apostar a que, en efecto, el Athletic no fallará ahora, con la pancarta de meta a la vista. Le avala su personalidad, ese factor que el entrenador, reconfortado por el 1-0, volvió a reivindicar en la sala de prensa de San Mamés: “Somos así”. ¿Cómo? Cabezones, duros, tercos, orgullosos. Con un sentido de la responsabilidad tan acusado que cuesta hallar entre los rivales alguno que se exprima como ellos acostumbran. Por supuesto que su nivel competitivo no descansa exclusivamente en una cuestión de carácter, pero se valen de esa baza para, en las buenas, mostrarse intratables y, en las malas, exigir el máximo de sus adversarios.
No tiene que ser agradable medirse al Athletic. Hombre, en tardes como la del pasado domingo tampoco es plato de gusto asistir a sus evoluciones, salvo porque los jugadores le dejan muy claro al espectador que están poniendo cuanto llevan dentro. De ahí se nutre esa convicción en torno a sus opciones de redondear la temporada instalado en el cuadro de honor del campeonato.
Tenemos a su alrededor casos de sobra que invitan a poner en valor lo que hace el Athletic. Cuántos equipos que arrancaron el curso con metas similares han ido acusando la densidad del calendario, varios catalogados como rivales directos que hoy teclean sin parar la calculadora en la esperanza de colarse, por ejemplo, en la Conference; algunos sin ni siquiera haberse desgastado viajando por Europa.
El tema que habrá que analizar, pensando en lo que aguarda tras el verano, es si el Athletic podrá responder sin resentirse en exceso tomando parte en la Champions. Esa aventura de indudable atractivo, especialmente por la rentabilidad económica que ofrece, en la práctica plantea un grado superior de exigencia deportiva.
El club ha acumulado suficiente información sobre lo que significa gestionar la Europa League. Asimismo, desde fuera hemos podido apreciar desde marzo la factura que la plantilla debe abonar por representar un papel más que digno en una competición objetivamente más asequible. Y no se olvide que la prioridad el año que viene continuará siendo la liga con sus 38 jornadas. Esto no va a cambiar.