Concluida la temporada y alcanzada una meta tan soberbia como fue la clasificación para la fase previa de la Liga de Campeones, los jugadores de la Real se marcharon a Ibiza a celebrarlo. Sol, mar y mucho jolgorio. Cuando se va en plan cuadrilla a un sitio como aquel o se acaba como el rosario de la aurora o se fortalece el espíritu de la tribu. Ocurrió lo segundo, y hasta hubo una conjura: permaneceremos juntos la próxima temporada para vivir la experiencia de disputar la Liga de Campeones, dicen que dijeron.

Asier Illarramendi no participó en la juerga, pero se adhirió al manifiesto. Tenía un compromiso con la selección española sub'21 que días después ganaría en Israel el Europeo de la categoría, destacando sobre manera sus virtuosismo con el balón, gracia que llevó al Real Madrid a optar definitivamente por su fichaje, cuya consumación se llevará a cabo durante esta semana, salvo sorpresa mayúscula, con el visto bueno del futbolista, que se ha pasado el asunto del compromiso con los colores blanquiazul por el arco del triunfo, comparada la fraternidad fraguada en aquellos días ibicencos de sol, vino y rosas con la fama, gloria y fortuna que le aguarda al amparo del poderoso Santiago Bernabéu.

Sucede sin embargo que en la Real tampoco están demasiado plañideros. Al principio su presidente, Jokin Aperribay, se puso muy digno. "No cogeré ni el teléfono", aseveró en un clara pose hacia la galería, para luego acceder a negociar el traspaso sobre los 30 millones que rezan la cláusula de rescisión del muchacho. Una golosa cantidad de dinero que, junto a los 20 millones que el club puede recaudar si accede y supera la fase de grupos de la Champions, servirá para apuntalar la economía de la entidad y fortalecer su plantilla.

Hay otra razón en el seno de la Real para celebrar, aunque sea por lo bajines, la traición de Illarramendi: Tienen un recambio de categoría, o eso creen y proclaman, como es Rubén Pardo, un joven valor de 20 años cuya progresión se ha visto cortada por la presencia del centrocampista mutrikuarra. Rubén Pardo es de Rincón de Soto, como Fernando Llorente. Qué casualidad...

Ahora bien, ¿qué hubiera pasado sin en vez del Real Madrid hubiera sido el Athletic quien acude pasta en mano a por el crack del vecino? ¿Habría encontrado tanta receptibilidad o aún estaríamos escuchando la voz en grito elevándose ultrajada hacia el cálido cielo veraniego?

En Osasuna, esta vez, están encantados con el intrusismo del Athletic y lo disimulan bien poco. El traspaso de Kike Sola ha colmado de felicidad a los dirigentes rojillos de puro generoso para los tiempos que corren y los números del delantero navarro, que no son nada del otro mundo. De haber esperado un año más, el club pamplonés no habría recibido un euro por el mocete de Cascante, y en cambio ahora se embolsa 4 millones largos, cantidad que le ha servido para ejecutar la opción de compra sobre el centrocampista internacional chileno Francisco Gato Silva y del medio ofensivo Miguel de las Cuevas, que asciende a 2,4 millones de euros. Además Osasuna ha fichado por 600.000 euros al delantero Oriol Riera, del Alcorcón, equipo con el que anotó 18 goles la pasada temporada y por quien suspiraban varios clubes. O sea, que a cambio de lo recibido por Kike Sola el club navarro ha captado a tres importantes jugadores.

Pero la cuestión es la siguiente: el Athletic se ha gastado 16,45 millones de euros en repescar a cuatro jugadores, Beñat Etxebarria, Etxeita, Balenziaga y Sola, con lo cual y a su vez refuerza generosamente su plantilla, a la espera de las prestaciones que ofrezcan los nuevos, y aún le queda un buen remanente de los 40 millones que dejó Javi Martínez. ¿Estamos satisfechos?