Hubo un tiempo en que la tele y la industria del ocio se conjuraron para alterar los hábitos de los ciudadanos en la noche de los sábados: la pequeña pantalla inducía a las familias a llenar restaurantes, cines y espectáculos mediante la programación del aburrimiento casero. Fue un convenio artificial, que hubiera merecido una denuncia ante el Tribunal Europeo de la Competencia; pero era una época de crisis y había que pastorear a la gente hacia los verdes prados del consumo. Hoy el prime-time sabatino mantiene tácitamente ese acuerdo y lo ocupa con un caos experimental pensado para quienes no pueden salir a solazarse, aunque lo desearan. Para esta mayoría social, ahora indignada, se hicieron los espacios de debate de fin de semana, a medio camino entre el magazine y la tertulia. La Noria, y su reemplazo El Gran Debate, fueron la solución de Telecinco para esas horas muertas, en las que La Sexta quiere tener su porción. Tras un primer intento, la cadena vuelve a la carga con La sexta noche, que comenzará en enero con nuestro Iñaki López como moderador.
Será la segunda aventura de Iñaki a escala estatal, después del fiasco de Justo a tiempo, en Cuatro; solo que esta vez se la juega en horas de máxima audiencia. El presentador vasco es un todoterreno y su solvencia está sobradamente acreditada por los seis años de Pásalo en ETB-2, de feliz recuerdo. Su mayor virtud es la equilibrada aleación entre simpatía y rigor, cuyo fruto son debates interesantes y a la vez amenos. Tendrá que hacer un esfuerzo para contener su alma heterodoxa, sin renunciar a ser quien es, un profesional único. Nadie le va a exigir que supere a Jordi González, pero sí que le rasque un 10% de share en pocas semanas.
La tele en Madrid es cruel e Iñaki lo sabe. La ansiedad por los resultados devora la innovación y malogra los mejores proyectos. A esa patria despiadada llega para demostrar lo mucho y bueno que aquí ya conocemos. Es su gran oportunidad. Perder a uno de los nuestros solo se compensa con su éxito en escenarios más grandes. Zorte on!