rodolfo Ares ha abandonado el barco en pleno naufragio. Ahí queda eso y el que venga atrás, que arree. O después de mí, el diluvio, que cualquier conclusión de este tipo es válida para interpretar la espantada del auténtico y real capo de este Gobierno a la deriva. Rodolfo Ares renuncia a seguir manejando la cuadrilla de mediopensionistas que supuestamente ha gobernado Euskadi durante tres años, para apearse en marcha y controlar su cortijo por si ante la nueva etapa hubiera tentaciones o desvíos entre sus gentes.

Modelo ejemplar de político chusquero, es el primer gallego que ha ocupado la dirección de un Departamento del Gobierno Vasco tras toda una vida política arrimada al poder en el PSE. Incólume ante las periódicas turbulencias que han venido estremeciendo al partido desde su fundación, Rodolfo Ares se pegó como una lapa al aparato mandase quien mandase. Desde su remota concejalía en el Ayuntamiento bilbaino ha permanecido siempre agazapado en sucesivas subordinaciones y fidelidades, ya fuera como recadista de García Damborenea en el infierno de los GAL, ya como mayordomo de Nico Redondo Terreros en el intento de reconquista, ya como valedor y padrino de su compadre Patxi López en el asalto al poder.

Rodolfo Ares ha ocupado altos cargos en su partido y en todas las instituciones municipales, forales y autonómicas, y al mismo tiempo ha sido protagonista excepcional de todos y cada uno de los movimientos tácticos del PSE. Circunstancias todas ellas que le elevaron al estatus de máximo controlador del poder interno, adulado y temido. En ese ejercicio de máximo control estuvo presente en las conversaciones de Loiola y en la reunión oficial y pública con Batasuna, lo que le valió el dudoso honor de ser procesado junto a Ibarretxe, López y Otegi entre otros. Apareció casi de tapadillo al final de la Conferencia de Aiete, para la foto. Redactó a toda prisa el discurso ramplón que leyó López en las escaleras de la oficina de Correos de Nueva York saludando el abandono de la lucha armada por parte de ETA.

Ha mandado mucho Rodolfo Ares. Y manda mucho aún, en su partido. Y por más que se empeñe en hacernos creer que han sido razones éticas o estéticas las que le han aconsejado renunciar al cargo, se va exclusivamente para controlar que nadie de los suyos vaya a desmandarse en este momento electoral, para neutralizar a posibles francotiradores, para acaudillar con mano férrea a un PSE desmoralizado en el que a algunos se les pudiera ocurrir pedir cuentas del desastre.

Se va Rodolfo Ares utilizando una vez más a las víctimas del terrorismo de ETA como plataforma partidista y personal, en el peor estilo sectario de los años de plomo, cuando estaba presente en las manifestaciones más duras a partir del año 2000 en las que se gritaba "asesinos" a Arzalluz y a Otegi. A esas víctimas ha dedicado su despedida, por si hubiera que agarrarse de nuevo a aquella brocha una vez que les quiten la escalera de Lakua. A las otras víctimas, a las que por fin se comienza a tener en cuenta, que les vayan dando porque no le sirven para su medro personal.

Se va Rodolfo Ares sin asumir ninguna responsabilidad por la muerte de Iñigo Cabacas, incumpliendo sin despeinarse su compromiso solemne tras el trágico suceso. Se va sin asumir su responsabilidad política por aquel drama. Se va sin depurar a los responsables de aquel homicidio, agentes de una Er-tzaintza a la que ahora abandona hecha unos zorros. Se va con el triste récord de haber unido a todos los sindicatos de la Policía Autonómica contra su gestión. Se va tras tres años de dirección dictatorial del Cuerpo y con el siniestro sobrenombre de Rudolf, en significativa evocación del dirigente nazi Rudolf Hess.

Se va Rodolfo Ares desconfiando, como siempre, de todos los compañeros de partido que no pertenecen a su exclusiva guardia pretoriana. Como no se fía de su viceconsejero, Miguel Buen, que debiera haber sido sucesor natural tras su renuncia al cargo. Una humillación más, por cierto, para el veterano Buen a quien llevan y traen de aquí para allá en funciones de comodín con auténtico menosprecio de su capacidad política si la tuviera.

Se va Rodolfo Ares dejando empantanado al Gobierno que él controló con mano de hierro, encomendando a su fiel lugarteniente Idoia Mendia la imposible gestión de los departamentos de Interior, Justicia y Administraciones Públicas, por más que los unifiquen, simultaneados además con la portavocía.

Una vez designada Idoia Mendia como mujer orquesta para un Gobierno que todavía tiene que seguir funcionando casi seis meses, Rodolfo Ares se sacude el polvo de los pies y abandona Lakua quién sabe si mirando a Madrid, como López, por si las urnas producen la debacle como es previsible.

Pues que se vaya. Buen viaje.