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El síndrome de la farola

Cuando uno pierde por la noche sus llaves en la calle y trata de buscarlas solo en la zona iluminada por las farolas tiene pocas posibilidades de encontrarlas. Es lo que se conoce como síndrome de la farola y todo parece indicar que la economía europea vive las consecuencias de este síndrome. Hay farolas para todos los gustos (presupuestaria, fiscal, inmobiliaria, etc.) y dimensiones (europea, estatal o autonómica) donde los dirigentes políticos pretenden encontrar las llaves para salir de una crisis que, no obstante, sigue destruyendo empleo, reduciendo el consumo, empobreciendo a muchos, enriqueciendo a pocos y, lo que es más grave, parece que nos lleva a una nueva recesión.

Así, la farola europea nos dejó en la última cumbre la disciplina presupuestaria con el límite del 3% en el déficit y la existencia de sanciones automáticas. Se trataba de salvar al euro, pero los acuerdos no han estabilizado los mercados financieros y tampoco colocan a la eurozona en la senda del crecimiento económico. Los actuales responsables siguen bajo la luz de la farola y no aceptan las linternas que ofrecen algunas voces autorizadas, como la del que fuera primer ministro francés, Michel Rocard, quien en un artículo publicado en Le Monde hace unos días, bajo el título Europa al servicio de los ciudadanos, recordaba una frase de Roosevelt: "Estar gobernados por el dinero organizado es tan peligroso como estarlo por el crimen organizado".

No se puede ser más elocuente y Rocard trata de iluminar la zona oscura de la deuda soberana con diversas medidas que no requieren modificar los Tratados porque "nada le prohíbe al Banco Central que intervenga con firmeza para hacer bajar el precio de la deuda pública. No solo no hay nada que se lo impida sino que todas las circunstancias lo incitan a hacerlo, ya que para todos la evolución del precio de la deuda pública es, hoy día, la inflación más preocupante".

Previamente a este artículo, publicó otro en el mes de octubre donde destacaba la paradoja mortal del sistema actual que hace imposible que los países con las deudas más grandes en Europa puedan hacer frente a esos adeudos, "con dinero contante y sonante para pagar el principal y los intereses, sin tener que amputar el gasto público para la inversión y apoyar el crecimiento. Y si se para el crecimiento, como todo el mundo sabe, también se van a parar los ingresos fiscales y los pagos de la propia deuda al mismo tiempo".

En efecto, las previsiones para 2012 señalan que los países europeos tendrán que refinanciar deuda soberana por valor de varios cientos de miles de millones. Por ejemplo, Francia (señala el propio Rocard) "tendrá que pedir prestados 400.000 millones: 300.000 corresponden a deudas antiguas que llegan a su vencimiento y que somos incapaces de reembolsar si no nos endeudamos de nuevo un par de horas antes de reembolsarlas". En el caso español, la deuda pública pendiente de vencimiento asciende a 130.000 millones a los que deben añadirse otros 30.000 millones de las comunidades autónomas. Eso significa que, con la actual prima de riesgo cercana a los 400 puntos básicos, los gastos financieros derivados de los tipos de interés se sitúan (5,71%) superarán los 8.000 millones de euros adicionales.

De modo que el señor Rajoy ya tiene un argumento más para dictar medidas restrictivas del gasto público y optar por la fórmula fácil de buscar recursos en la zona iluminada por la farola de las nóminas de los trabajadores a las que gravar con un incremento del IRPF e incumplir una de sus promesas electorales, al tiempo que evita molestar a banqueros y grandes empresarios al buscar recursos en la zona oscura de la economía donde están las cuentas bancarias y empresariales.

Conviene, no obstante, señalar que la capacidad de normativa fiscal del Concierto Económico otorga una autonomía suficientemente explícita como para no vernos afectados por esta medida del Gobierno español, aunque no menos cierto es que las decisiones que se han tomado en Gipuzkoa establecen una estrategia similar. Bildu y PSE también buscan las llaves en la zona iluminada y no buscan el incremento de recaudación para crear empleo, sino cuadrar sus cuentas públicas. Claro que, con la subida de impuestos y la congelación salarial la sociedad pierde poder adquisitivo y con ello desciende el consumo.

De modo que estamos en un círculo vicioso marcado por farolas donde los dirigentes políticos se iluminan con medidas para reducir el gasto público y aumentar los impuestos, pero olvidan que su responsabilidad es velar por el bienestar social, como dice Michel Rocard, "por supuesto, es necesario un tratado de convergencia social y una verdadera gobernanza económica. Todo esto es imprescindible. Pero no se podrá adoptar ningún nuevo tratado si nuestro continente se hunde en "una espiral de la muerte" y si una mayoría de ciudadanos acaba odiando cuanto viene de Bruselas. Lo urgente es enviarle una señal muy clara a los pueblos: Europa no está en manos de los lobbies financieros. Europa está al servicio de los ciudadanos".