Los cinco bilbainos
Los cinco bilbainos (ojo, no confundirse con la legendaria formación...) gobernarán sobre los cinco elementos con los cinco sentidos puestos en su gestión. Y como quiera que el viejo Don Miguel diese en el clavo allá cuando dijo que el mundo entero es un Bilbao más grande, también puede decirse que reinarán sobre los cinco continentes de la villa. La historia está repleta de escuadrones que hicieron historia bajo la cábala de este número mágico: desde los cinco magníficos del Zaragoza a los cinco maestros de shaolin, pasando por los cinco latinos de voces sugerentes o los cinco lobitos que tiene la loba. Visto desde esta perspectiva, la decisión de Iñaki Azkuna de dividir la gestión de Bilbao en cinco universos entrelazados es, al menos de salida, un toque de aldabas a la diosa fortuna.
Creo que fue Honoré de Balzac quien dijo aquello de que la burocracia es un mecanismo gigante operado por pigmeos. No diré tanto, pero sí flota en el aire la sensación de que la apuesta viene por ese lado: reducir los pasos necesarios para llegar a los objetivos marcados en la cartografía de la ciudad. Hay que ser diligentes y no perderse en el maremágnum de los despachos, parece decir la decisión del gobierno municipal. El tiempo, que es un juez severo, dirá si la apuesta es acertada o no, pero la estrategia parece clara: agruparse allá donde se libren las más sonoras batallas, allá donde sea necesario defender las murallas de la ciudad.
¿Será Bilbao a partir de ahora una ciudad más comedida...? Lo dudo. La historia ha demostrado que, al amparo del aliento municipal -pocas, muy pocas veces se da la espalda a los órdagos audaces...-, Bilbao crece y mejora también desde la el corazón de los hombres y mujeres audaces que la habitan. El viejo botxo es un pueblo emprendedor, gobierne quien lo gubierne. Un pueblo que se ha caractrizado por exhibir un carácter indomable incluso en las horas más aciagas. Es el pueblo, ha de serlo, el que marcará el ritmo de la palada.
Se trata, intuyo, de ponerle un cascabel al gato, de organizar la peregrinación de Bilbao hacia las cumbres del siglo XXI sin que un traspiés frene el tren del progreso en cuyos vagones de primera se sienta la ciudad. Ahora, cuando todo está ya visto para sentencia y la apuesta de Bilbao parece clara, queda algo pendiente: darle a la villa latido propio, un contenido que la rellene. En ello están, supongo.